20.9.07

Non, je ne regrette rien

Tomando en cuenta que nuestras vidas se tuercen espontáneamente y que no hay que hacer ningún esfuerzo para que algo salga mal, creo que ser escéptico o pesimista o conformista se ha convertido en una conducta esperada. Por esa razón, quien se enfrenta a las cosas difíciles con valor e intenta cambiarlas puede considerarse un ingenuo o un loco. Así es como los optimistas han desaparecido del vecindario.

Lo más común es encontrar a un escéptico en todas partes: en una pareja, en una empresa, en una fiesta, en un accidente. Les reconocemos básicamente porque no les importa nada. Es casi imposible relacionarse con ellos si uno es diferente. Digamos que es imposible contarles un problema, discutir, sorprenderlos o involucrarlos en algo, pero eso sí: es muy fácil tenerles algo de envidia. Los escépticos no son personas conformistas, simplemente no tienen esperanzas y se meten en menos problemas.
El optimista, por defecto, no es una persona inconforme. Lo que pasa es que tiene expectativas o esperanzas o deseos y saca fuerzas de donde sea con tal de no conformarse.

A la hora de tomar una decisión es imprescindible tener las cosas claras y saber de qué lado estamos. ¿Compras el billete de lotería? ¿Aceptas unas disculpas? ¿Te cambias de trabajo? Pero no es tan sencillo. A veces me confunden las generalizaciones, esa manía que tiene la gente de generalizar: todos los jefes son iguales, todas las familias son iguales, todos los hombres (o las mujeres) son iguales. Estos preceptos señalan que nada puede ser mejor y funcionan como un complot contra del cambio.

Afortunadamente, la confusión no puede ser eterna y tenemos que elegir siempre. Probamos, buscamos sombra, cambiamos, renunciamos, respiramos, nos cortamos el pelo, nos mudamos, escapamos de los leones. Todo eso para estar mejor y, le duela a quien le duela, los errores están contemplados. Defiendo a la gente que tiene expectativas y esperanzas y deseos suficientes para hacer lo que haya que hacer, y sobre todo defiendo a los que no se arrepienten de nada.

3 comentarios:

Maie dijo...

Uy...de que lado estare... la verdad creo que del de los optimistas...aunque a veces es duro... ahora eso de no arrepentirse de nada.. digamos mientras el dano se quede en el ambito de yo misma...pues no me arrepiento...cuando en el camino y tomando esas decisiones le hacemos dano a otro que nos importa...la cosa es diferente...

*Maru dijo...

Concuerdo con Maie, pero a veces es difícil pensar en los demás cuando las decisiones apremian.
Feliz fin de semana Emilú.
Cariños!
MEP

Emilú Soares dijo...

He borrado el comentario de un anónimo sin querer, al intentar dejarle una respuesta. Lo siento.
El comentario se refería a lo humano que es errar y a la imposibilidad de no arrepentirse.

Aquí está la respuesta:
Anónimo 2, estoy de acuerdo contigo. Reconocer los errores, ante tí mismo y ante los otros, pedir disculpas, intentar cualquier posibilidad para arreglar las cosas es un signo de humanidad que nos devuelve la vida y, a veces, otras oportunidades. Sin embargo, creo que arrepentirse es diferente. Me refiero a las grandes decisiones personales, que tomas después de pensar en todas sus consecuencias. El tipo de decisiones difíciles que implican entrar en una etapa diferente, renunciar a algo, comprometerse con una causa. ¿De qué vale la pena arrepentirse después de un matrimonio, un hijo, una carrera profesional, unas elecciones presidenciales...? En el momento en que lo hicimos pensamos que era lo correcto. No sé si me explico, pero estoy pensando en la responsabilidad de la que hablaba Sarte, la que es inevitable o debería serlo. Ahora que lo pienso puede ser que suene demasiado soberbio pero hace falta mucho coraje para tomar decisiones y muchas veces tenemos que tomarlas porque es casi imposible vivir sin tomar posición.

Disculpas (a veces soy un desastre-online)