26.2.07

Hacer lo correcto

Do the right thing de Spyke Lee en mi época universitaria era una peli de culto. A mí me gustaba también por el título. Siempre me ha parecido un hecho más que prodigioso hacer lo correcto. Con el tiempo me ha quedado claro que la cuestión se resuelve siempre en la práctica, como la mayor parte de las cosas importantes.
A la hora de la verdad, en las circunstancias más difíciles, hacemos lo que podemos y eso es lo correcto. Pero ¿por qué si hemos sido capaces de sobrevivir a una guerra nos surgen tantas dudas cuando nos enfrentamos a un pequeño problema del corazón, a uno de esos asuntos pequeño-burgueses, como una piedra en el zapato?
El viernes pasado hablaba con unas amigas sobre lo fácil que es para nosotras pasar la noche con un tipo que no nos interesa para más nada y tan difícil hablar con sinceridad sobre nuestros sentimientos. Son especialmente delicados los temas que tienen que ver con celos, compromiso, futuro, hijos... ¿Estamos a la deriva todavía, en medio de la lavadora, las pastillas anticonceptivas, el trabajo, el divorcio y la práctica sexual?
En los casos importantes tenemos necesariamente que hacer algo, porque la situación lo requiere. Por eso hacemos lo correcto cuando hacemos algo, lo que sea, y la sensación es liberadora porque estamos obligados a hacer algo y sólo tenemos una oportunidad.
En las relaciones de pareja, en cambio, hay situaciones intermedias, grises, en las que podemos hacer algo o todo lo contrario, huir, callarnos, enfrentarnos, seguir adelante, aguantar, terminar. Es una zona en la que parece que no hay nada correcto, para bien pero también para mal.
Me gustaría creer que hay un punto medio, entre el pre y el postfeminismo, para desenvolvernos con soltura cuando tengamos una de esas molestas piedras en el zapato y hacer lo correcto sin autocensurarnos.

6.2.07

L'Atalante



Casi siempre cuando hablamos de nuestra iniciación en el amor hablamos de la primera vez que nos enamoramos, por ejemplo. Lo suelo hacer yo también, sin embargo, siempre he tenido presente a la primera persona que se enamoró de mí. No sé, será porque me sorprendió mucho. Hace poco esa persona a la que no veo hace diez años o más, salvo en un encuentro casual y veloz, en la Plaza de La Castellana de Caracas, ha dado con este blog por azar y me ha dejado una nota.

Ahora que ha pasado tanto tiempo me gustaría volver a decirle lo provechoso que ha sido siempre para mí conservar ese recuerdo. Así que, Ale: muchas gracias por ayudarme sin quererlo tantas veces a distinguir lo que es el auténtico amor, por llevarme a ver L'Atalante en aquella época mágica, poética y arrabalera, por 1992. Discúlpame siempre por todo lo malo.