16.6.09

Secretos de belleza. Missing Madrid III



Las chicas venezolanas tienen la capacidad de desarrollarse plenamente en el camino de la belleza. Parece que nacen aprendidas en la materia porque dominan el arte y las prácticas de la imagen personal con una destreza profesional. Para ser bellas, se someten con virtuosismo a todos los ritos necesarios e innecesarios, artificiales y naturales, técnicos y manuales, físicos y espirituales, interiores y exteriores. Aunque aparentemente la única finalidad de esta historia sea la seducción, la belleza tiene una importancia tan especial que no es sólo un medio. Se trata de una entrega genuina, sin concesiones ni omisiones, a lo largo de la vida, a un ejercicio independiente de elevación personal. Digan lo que digan, es un fin en sí mismo.

Una noche muy triste y ya muy tarde, a punto de presentar su tesis sobre Pascal en la UCV, Maytté me dijo que la solución contra el insomnio y los malos espíritus era echarme crema en las piernas. Aunque no le creyera era imposible no reconocer su autoridad, así que entré en acción en ese mismo momento. Sabia Maytté. Tenía razón, no sólo pude dormir sino que con el tiempo he llegado a controlar a los espíritus.

Mi caso es una excepción. Lo descubrí a los 15 años cuando se me hizo imposible caminar derecha con tacones delante de Nataly y otras amigas de secundaria. Todavía no sé pintarme el pelo y ellas se alargaban las pestañas con una pinza a los 13. Por supuesto, esto me convierte en una chica dependiente en el universo de la estética general y específicamente en el submundo peluquerías, etcétera. Probablemente haya un par de mis amigas con la misma incompetencia pero claramente no es la tendencia nacional.

Me costó muchos años encontrar en Madrid un lugar donde pudiera acostarme en una camilla, cerrar los ojos, entregarme confiada a una sesión de depilación de cejas y, en lugar de salir como el hombre elefante, salir contenta. Estética Molero está en la calle Amor de Dios. La dueña, Paloma, y unas chicas estupendas atienden a las mil maravillas. Cada vez que abro la puerta me dicen: ¿Qué tal, Emilú. Unas cejas? La última vez tampoco logré decirles que me había ido.
Afortunadamente la belleza tiene muchos caminos, como almas. Me pregunto si el futuro me deparará algo parecido en Londres.

1 comentario:

Emilú Soares dijo...

Volví a P. Molero ayer, en un viaje fugaz a Madrid. Al abrir la puerta, Celia me preguntó lo de siempre y yo me senté a un par de minutos a esperar mi turno. Al instante me soltó que leyeron el blog porque una clienta se presentó con la noticia. Es decir, que ya saben que estoy en Londres y que se emocionaron mucho con lo que he escrito aquí.
Desde el backstage, Paloma me dio las gracias con una sonrisota, caminando tras una clienta.
Después me atendieron con la dulzura de siempre.