24.7.09

La máquina del tiempo



A propósito de la muerte de Michael Jackson y sin venir mucho a cuento, mi amigo R. y yo estuvimos hablando de unos cuantos acontecimientos del pasado que conviene olvidar o al menos mantener atrás. Para él ha funcionado llenar esos vacíos con gratas experiencias nuevas y yo trataré de ahora en adelante de recordar su fórmula.

Afortunadamente no todos los viajes en la máquina del tiempo nos llevan a experiencias difíciles. Hay momentos maravillosos en el pasado que no tienen por qué olvidarse. Me refiero a los momentos que vivimos con algunas personas que llenaron, sin condiciones ni obligaciones, un espacio que encontraron vacío.

Hace muy poco volví a encontrarme en Londres con una de las mejores madres posibles, Mariliana. Una de las tres madres que me tocaron en el reparto de las madres postizas, junto a Ismenia y Ernestina.

Venía en un viaje a Europa con su nieta Valentina, tal vez para enseñarle lo mismo que a mí me enseñó en Caracas hace ya mucho tiempo. ¿De dónde si no de ella saqué yo la idea de libertad y de belleza?

Espero darle un abrazo antes de que pase otra vez tanto tiempo.

23.7.09

Mi hermana, Whitechapel y la felicidad

A continuación el relato de uno de esos pocos momentos de la vida que justifican todo lo demás. Después de una visita tan inesperada como deseada, dos copas de vino, dos jagerbombs, dos Smirnoff y una noche de baile, las cosas dejan de ser tan difíciles como parecen.


Mi hermana apareció en Londres por unos días. Venía de Houston y de aquí se iba a Perth, Australia. Digamos que, afortunadamente, me encontraba en el momento y en el lugar indicados para coincidir con ella, en una de sus vueltas al mundo por temas de trabajo.

Las 48 horas que estuvimos juntas en Madrid por última vez se habían quedado cuatro años atrás. Así que con muchas ganas nos fuimos el mismo lunes, 6 de julio, a celebrar el reencuentro.

Después de los dumplings y el vino de la cena me dijo que uno de los diez bares que ella tenía que conocer estaba en esta ciudad. Nos íbamos a tardar unos 30 minutos caminando hasta Whitechapel pero a ella le pareció demasiado tiempo.

En 5 minutos nos bajamos de un taxi en la puerta del pub The Blind Beggar. Adentro la movida era tremeda. Los lunes por la noche son de la banda The Burns Brothers, que en ese momento interpretaba You Never Can Tell (C'est la vie), el tema de Chuck Berry que John Travolta y Uma Thurman bailan en Pulp Fiction. Unas diez personas hacían lo suyo en la pista, con un entusiasmo que yo había dejado de ver hace mucho. Cada uno con sus años, cada uno con su estilo. Una entrada triunfal es un buen presagio.

No tuve tiempo de preguntar qué era un jagerbomb cuando ya iba por el segundo. Para entonces manteníamos una conversación casi seria con el vecino sobre temas como la lista de los diez bares de mi hemana, la historia oscura de Whitechapel y The Blind Beggar y la política en Venezuela. De allí en adelante, cada vez que una canción "nos podía", como le dicen en Madrid a la sensación de que algo es más fuerte que tú, dejábamos la barra y a nuestro interlocutor para ¡bailar!
Ahora mi hermana ha completado la vuelta al mundo, ha pasado dos semanas en Australia y está de regreso en Houston. Lo bueno de estar aquí todavía es que algún lunes podré volver a The Blind Beggar a bailar con la banda de los hermanos Burns. La felicidad es pasajera, eso ya lo sabía.

El segundo jaggerbomb:


Una pareja de baile y de fondo la música de The Burns Brothers:

5.7.09

Should I stay or should I go?

Empezar una nueva vida es difícil, un poco más que un videojuego. Un proceso largo, lento y complicado, en el que las experiencias previas no aportan mucho. No quiero entrar en otros detalles más dolorosos y me referiré sólo al idioma, por tratarse de un factor determinante en mi epopeya de recién llegada.

Para empezar, diré que un nivel intermedio de inglés es algo relativo, indefinido, inconsistente, etéreo. Sabes cosas básicas pero no sabes básicamente nada. Sin embargo, por pecar de optimista, pensaba hasta hace poco que con mi inglés sucedería igual que con otros conocimientos, que progresaría, porque se supone que uno no va desaprendiendo por la vida. Sin embargo, estoy a punto de abandonar esa idea y toda esperanza, después de seis meses. Con mi inglés sucede algo muy extraño. En lugar de ir hacia adelante, va marcha atrás.

Y una triste y solitaria tarde de domingo, en un país lejano, me pregunto: Should I stay or should I go? Escucho The Clash, como un grito desesperado, y suspiro.

http://www.youtube.com/watch?v=V1Gn0e7kvTA