18.2.10

La migraña y yo


A los 19 años acudí al médico que me revelaría una verdad fundamental. Resonancia magnética en mano.

- No hay nada que hacer con esa migraña, vas a tener que soportarla siempre
- ¿Siempre?
- Hasta la menopausia. Para aliviar el dolor hay un nuevo componente que se llama
Sumatriptan
- OK

Inconforme y, sobre todo, decepcionada salí del consultorio. Cómo uno de los mejores especialistas en neurología de Caracas me iba a decir algo así. Acaso había algo peor que soportar una migraña eternamente. Entre los 19 y la menopausia hay una autopista perdida en la distancia, cualquiera que ha sido joven lo sabe. Habrá una solución. No puede ser. Lo típico. Uno siempre piensa algo así ante algo así.

Durante estos años, he desencadenado una serie de acciones para combatir mi supuesto destino pero nada ha funcionado. Medicina tradicional preventiva. Curas de sueño. Dietas sin vino tinto, chocolate, quesos madurados y nueces. Tratamientos naturales. Vacaciones. Masajes. Compras compulsivas, cuando podía. Del escapismo al psicoanálisis. Doctrinas de fe. Ejercicios físicos moderados. Acupuntura. No cuento el yoga porque apenas he podido hacer dos clases y pienso que voy a seguir adelante, siguiendo los consejos consecuentes de Ximena.

Mientras tanto, me sigo acordando de la primera vez. 12 años. Fiesta del colegio. Multitud, ruido, calor. Barra abierta de chucherías. Horas y horas sin parar de comer, en el mal sentido de la palabra. Coma de azúcar. Cabeza que estalla en pedazos. Así empezó la historia de la migraña y yo.

Siempre es el mismo dolor, con distintas variaciones.
Francis Bacon. Autorretrato, 1969.

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