1.4.10

Smoked Easter


Todo lo que puedo recordar de Ismenia, desde que yo era una niña, es agradable y reconfortante, como si se tratara de mi madre. Desde hace años, sin embargo, no puedo pensar en ella sin pensar, además, en su asma. Pienso en lo difícil que se le hace sobrevivir a unos ataques cada vez más frecuentes y en lo indefensa que la dejado la cortisona. El asma de Ismenia comenzó, sin ninguna razón, después de los 40.

Este lunes, en el consultorio Blue 3, conectada a la mascarilla, respondo con afirmativas y negativas a un interrogatorio:

¿Fumas?
¿Fuma tu pareja?
¿Has vivido en Londres hace más de un año?
¿Te has cambiado de casa recientemente?
¿Tienes una nueva mascota?
¿Algún problema grave en este momento?

Las respuestas no ayudan a la doctora B., así que piensa por un momento y pregunta de nuevo:

¿Invitados fumadores?

¡Bingo! Estos días han venido de Madrid mi amigo JC, su mujer y el hijo de su mujer. JC no fuma, pero los suyos sí son fumadores. Entonces, la doctora B. sentencia:

El asma que tienes es una reacción al tabaco. Debes pedir a los invitados que no vuelvan a fumar dentro de tu casa. ¡Ni con las ventanas abiertas!

Con un inhalador que usaba Ismenia y unas pastillitas rojas, regreso a casa contando cada paso y sin aliento subo las escaleras a mi buhardilla. Mis amigos están en Tower Bridge y les envío un mensaje para que estén al tanto. Mientras tanto, pienso en todas las personas fumadoras de mi vida. Mi madre, mi padrastro, mi tía Ernestina y Mariliana. Un personaje con el que estuve a punto de casarme, hace 20 años. La mitad de mis amigos en Caracas y Madrid. Nunca, ninguna reacción al tabaco, ni parecida.
Al día siguiente vuelvo al consultorio y esta vez mi amigo JC me acompaña. La tercera sesión de esta semana. Antes de terminar, le digo a la doctora B. (una de esas tonterías, como diría El Chapulín Colorado): No me explico cómo puede afectarme el tabaco después de vivir 7 años en Madrid, donde casi todo el mundo fuma, en casi todas partes. La doctora B. no espera un segundo en contestarme: Lo que pasa es que te has desintoxicado.

Con las ganas que tenía de no irme de Madrid cuando me fui y con las ganas que he tenido de regresar, sigo sin explicarme cómo es que mi cuerpo ha traicionado a mis afectos. ¿No era la tolerancia una demostración de mi afecto?

1 comentario:

Emilio Ruiz Mateo dijo...

Me temo que ni siquiera el cuerpo, tan sabio en otros menesteres, es capaz de entender nuestros afectos...