15.3.07

Año 2030

En Madrid es muy fácil encontrarse en todas partes a señoras con más de sesenta años. Activas, y orgullosas en todas partes: los teatros, el cine, las tiendas, los bares, el metro. Yo siento mucha admiración por la vejez femenina y no es una extravagancia. Seguramente se debe a que vengo de una ciudad donde ellas son invisibles en la escena pública y a que me crié junto a una tía abuela maravillosa.
Desde hace mucho tiempo me imagino todas las cosas que haré a partir de los sesenta años. Los vestidos elegantes, las lentes de sol gigantes, el pelo de peluquería, el bolso a juego con los zapatos y el cinturón, las uñas pintadas, los talleres de arte y de tejido (estoy segura de que como yo muchas mujeres de mi generación llegaremos a los sesenta sin saber tejer), las citas de los viernes con mis amigas en el café, el viaje por Italia en autobús y la suerte de poder decir exactamente lo que pienso cuando quiero. Incluso he pensado varias veces en irme a vivir a una residencia.

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