8.2.09

La ropa al sol. Missing Madrid I

No descubrí que me gustaba tender la ropa hasta que llegué a España. En Caracas, como la mayoría de la gente, tenía una secadora.
En Tenerife y luego en Madrid viví en casas con un patio como el de la foto y tender la ropa se convirtió en un placer insuperable, con respecto a otras tareas domésticas: el olor de la ropa recién lavada, el tacto de la ropa mojada, los ganchitos de madera, las banderas de colores que vas formando en la cuerda, el cuidado que pones para que la ropa no quede marcada en los lugares más visibles, la atención con que miras la ropa de tus vecinos completamente desconocidos y, por supuesto, la idea de que la ropa se seca al sol.
Debido a las circunstancias metereológicas y a las condiciones arquitectónicas, ahora tengo en casa un artilugio, más o menos práctico, llamado tendedero. Hay que hacer verdaderos milagros para distrubuir la ropa de una sola colada y tener fe para que se seque. Eso sí, tiene un poco de gracia porque es vertical, ya que uno horizontal, como los tendederos comúnes, ocuparía mucho más espacio y el espacio es un lujo.

No hay comentarios: