15.5.09

Herencia







No conocí a mi abuela materna pero durante 23 años estuve al lado de Ernestina, mi tía-abuela. Cuando nací me hizo la niña de sus ojos para siempre.


Sé que fue muy joven de Maracaibo a Caracas, junto a mi abuela, Ismenia y mi mamá. Que fue secretaria de Alcoa Steamship Co. y que vivió en Nueva Orleans y en San Francisco. Que también viajó a Nueva York. De esa época yo guardo su baúl negro repleto de cosas insólitas. De regreso en Caracas, siguió trabajando como secretaria y siendo el sostén del hogar. A veces me contaba historias sobre sus amigas norteamericanas o sobre sus padres, mis bisabuelos. Le gustaba la zarzuela y el boxeo. Pasaba 2 horas arreglándose por la mañana para salir a trabajar en su flamante Dodge Dart blanco, con eterno olor a nuevo. Su peinadora era un universo. Tenía una cita todos los sábados en la peluquería. Me he mudado siempre con sus álbumes de fotos y los he visto cientos de veces. No se casó ni tuvo hijos pero en un par de fotos aparece de la mano con un hombre moreno y flaco y en otras con un hombre alto, con gafas, a su lado.

Me enseñó lo que tenía que saber sobre cremas, perfumes, maquillaje, vestidos, medias y zapatos. Sobre el valor que tenía el trabajo, la independencia, ganar dinero y administrar una vida. Me explicó que la comida que servía era la que estaba preparada ya. Me llevó a conocer el Metro de Caracas y el Teatro Teresa Carreño recién estrenados. Me regaló un Volkswagen verde del año 70, mi año de nacimiento, y un pasaje para que conociera Nueva York cuando tenía 21 años. Podría hacer una lista interminable.


Cuando se retiró del trabajo, llegó al apartamento donde vivíamos las dos con su máquina de escribir último modelo, que  era casi una computadora. Sólo tenía 69 años. Su idea era seguir trabajando desde casa pero de inmediato supo que tenía un tumor en el cerebro, de esos malignos, que no se pueden operar ni con el mejor médico del mundo. No pasa un día sin que la recuerde y busque en esos recuerdos la fuerza que ella tenía para vivir día a día.
Se cumplen 15 años de su despedida rápida y silenciosa.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Me encantaría que cuando muera alguien me recordara de esa forma,

M.

Emilio Ruiz Mateo dijo...

Qué emoción provoca leerte, querida ex compañera de mesa...

Vicky dijo...

Emi: Qué lindo lo que escribiste sobre Ernestina.
De verdad, fue maravillosa. Imposible olvidarla dándonos ánimos a nosotras, invitándonos a vivir, cuando sabía que el tiempo para ella se estaba acabando.
Entrañable Ernestina.