19.12.09

Lifestyle, on the road

Los portavoces de mi educación infantil me confundieron sobre la buena vida y el dinero. Unos me decían que las dos cosas eran inseparables. Otros, que las dos cosas eran distintas. Desde entonces he pensado que todos tenían razón, a su manera, esperando encontrar mi manera.

Durante mi primer verano en Madrid, con las vacas más flacas que nunca, tuve un amigo gitano y flamenco, que ensayaba en Amor de Dios. Una tarde, con más de 40º, me puse a echarle un vistazo a una de esas revistas Lifestyle, que alguien había dejado olvidada en la tienda. Beach wear, top nosh spas, hoteles en el paraíso, el mejor brunch del mediterráneo... Al salir del estudio, viéndome la cara de tristeza, a mi amigo no le faltaron muchas explicaciones para soltarme, formalmente, que para vivir lo único que hacía falta era tener arte.

He intentado darle forma a esa historia durante los siete años que han pasado. Ahora pienso que es posible otro concepto de Lifestyle, menos ortodoxo y más democrático que el de las revistas. Una interpretación personal de charming life. En otras palabras, una manera feliz de vivir en circunstancias adversas y poder decir: yo, con mi arte tengo.

Una de las definiciones de la palabra virtuosismo se refiere a la habilidad o facilidad para superar dificultades y evitar consecuencias negativas. A mi esta definición me hace recordar aquella historia de mi amigo, El Bocadillo, sobre todo cuando preparo el almuerzo para comer en el autobús.



Por cierto, en Londres hay muchos virtuosos porque comer fuera es caro, las distancias son largas, la gente tiene muchas cosas que hacer y el tiempo se va volando. Entonces, para vivir en Londres, sin arruinarse, es imprescindible aprender a comer casi cualquier cosa en cualquier parte y a cualquier hora. La primera fila, en el primer piso de los autobuses, es un lugar privilegiado.



12.12.09

Facebook y las matemáticas

La manera más facil de entender la regla de los signos, de paso por la escuela, fue a través de unas máximas que estaban asociadas a las relaciones interpersonales.

Los amigos de mis amigos son mis amigos + x + = +
Los amigos de mis enemigos son mis enemigos + x - = -
Los enemigos de mis amigos son mis enemigos - x + = -
Los enemigos de mis enemigos son mis amigos - x - = +

Resultó asombroso que una lección de matemáticas funcionara tan bien en el patio de recreo. Aquella historia de los amigos y los enemigos me ayudaba a manejarme bien en el mundo social y me permitió hacerlo por muchos años. Así los amigos de mis amigos se convirtieron, en el mundo real, en mis amigos y en los amigos de mis amigos. Así conocí a mi primer amor y al último. Así hice después contactos de trabajo y logré resolver una gran cantidad de asuntos vitales. Digamos que así estoy como estoy.

Ahora, por pura curiosidad, revisando en Facebook la lista de mis amigos, de los amigos comúnes entre nosotros y de sus amigos, me acordé de la regla de los signos y de las máximas. Haciendo un repaso de mi vieja lección de matemáticas, creo que la regla ya no coincide plenamente con lo que aprendí sobre las relaciones. Digamos, sin entrar en detalles, que hay excepciones importantes:

Algunos amigos de mis amigos son mis enemigos y no mis amigos como se supone que deberían serlo
Algunos amigos de mis enemigos también son mis amigos, no mis enemigos
Algunos enemigos de mis amigos son mis amigos y no mis enemigos
Y, por último, algunos enemigos de mis enemigos, son mis enemigos y no mis amigos

Facebook no tiene la culpa de nada. Hace tiempo que dejamos la escuela y que somos contradictorios. Las listas de Facebook sólo dejan que nuestras excepciones sean más visibles.

10.12.09

Tieta, con impermeable


No importa si vas al supermercado de la esquina o mucho más lejos. No importa lo que dice el pronóstico de Weather.com o la BBC. No importa si antes de salir te asomaste por la ventana y viste el cielo despejado. Verano o invierno. Siempre puede llover en Londres.

El impermeable de Tieta es un regalo de la familia Melia+Bianco

8.12.09

Nuevos padres en batalla



Bob: The most terrifying day of your life is the day the first one is born
Charlotte: Nobody ever tells you that
Bob: Your life, as you know it... is gone, never to return
Lost in Translation

La otra noche, en larga conversación Quebec-Londres, con mi amigo Liscano, que ahora es padre de una niña llamada Valentina, salió el tema de los hijos, de las parejas con hijos y sus roles, de la dificultad de mantener viva una parte esencial de la identidad, dentro de ese entorno participativo y demandante que llaman "nueva paternidad".

Liscano, además de ser padre novato y entusiasta, tiene un trabajo absorbente pero necesario. Sería normal que se preguntara o le preguntara a un oráculo, cómo disponer de ese deseado momento al día o a la semana, energías incluidas, para dedicarse a sus viejas pasiones, como la música o el cine, sin pecar de descuido, culpa u omisión.

Por otra parte, las madres que conozco hacen oraciones especiales y ejercicios de agilidad mental y física si quieren tener un minuto de paz para cualquier cosa. En Madrid, mi amiga Linda ha empezado a escribir un blog sobre las aventuras y malabarismos que hacen posible un hecho admirable, que una madre pueda seguir siendo la misma persona que era, o casi la misma. Cosas de niños está vinculado a la web FronteraD, se va a actualizar los martes y no deja de tener algunas virtudes de Linda, buen humor, honestidad y razón.

Si bien es cierto que muchas cosas han cambiado con respecto a la implicación paterna y materna en la crianza, a los individuos nos cuesta un tiempo asimilar, adaptar, incorporar, intervenir o descartar las novedades que son bienvenidas socialmente, incluso las que vienen con la intención de mejorar las antiguas prácticas. Un padre en solitario que corre con una sonrisa tras un par de niños en el parque, es tan atractivo como una madre profesional y exitosa. Ambos han traspasado viejas barreras sociales, aunque hay mucha tela que cortar todavía en la estrategia moderna de cambiar, intecambiar o concentrar los roles.

Más allá del asunto de las responsabilidades, me encanta que mis amigos, felices de ser padres, me sigan hablando con pasión de sus intereses e intenten mantenerlos vivos.

En la foto, Joanna y Bárbara. Caracas. Agosto, 2009.
Joanna es madre de Bárbara, directora de arte, chofer de largas distancias y estudiante de Filosofía.

29.11.09

La noche antes del Fashion Show











Ayer era el Fashion Show que organiza Oxfam una vez al año en Londres. Un mercado de ropa de segunda mano, algunas piezas intervenidas; materiales de costura; bolsos y sombreros hechos a mano. Un taller Do It Yourself, con máquinas de coser, abalorios y retazos de tela para hacer arreglos. Y un desfile final, con mujeres de distintas tallas, edades y orígenes.

La noche antes me costó mucho dormir. Esta vez no se trataba de la preocupación por los detalles de última hora, ni por la difusión en los medios, ni por el éxito de la convocatoria, ni por los resultados. Las preocupaciones clásicas de mi mundo laboral, temporalmente suspendido. La tarea que me asignaron era sencilla, ayudar con el montaje del stand de la tienda de Chelsea y atender al público.

Al final del día, luchando con mi paragua invertido por segunda vez de camino al metro, tenía las cosas algo más claras. No pude dormir porque estaba emocionada. Recordé que también hubo momentos así de emocionantes en el trabajo que hice durante muchos años. Esos momentos en los que disfrutas de lo que haces para ganarte la vida.

Lo sé, me estoy acordando de Santa Bárbara porque truena.

27.11.09

Balance personal


Reputación, ego, poder, fe (la buena y la mala), intereses, deudas, haberes, salud, memoria, virtudes, vicios... Todo eso se queda fuera.
Maracaibo. Plaza Baralt. Agosto 2009

24.11.09

¿Se parece a Joel, verdad?


¿Se parece a Joel, verdad?, me dijo el Chapulín la otra noche en Oxford Street.
Tratamos de no hablar de ese tema, pero es inevitable. Él también extraña a sus amigos de Madrid.

13.11.09

Cazadores de almas en el olvido


El concepto de segunda mano, casi desconocido para mi antes de vivir en Londres. se resumía a unas pocas y viejas experiencias: el armario de mi tía Ernestina y el Mercado de los Corotos de Caracas. Ambos me sacaron del apuro, alguna vez, a la hora de encontrar un vestido diferente para una fiesta universitaria. Lo que significaba un vestido Diferente a los 20 años, en 1990 y en Caracas, es exactamente lo mismo que hoy llamamos, un fancy dress. Después de aquella etapa han pasado muchas otras en las que he pensando que el placer de estrenar ropa, ropa nueva, es algo insustituible, hasta que empecé a trabajar como voluntaria en una charity shop.

La tienda de Chelsea recibe a diario donaciones: ropa de mujer, hombre y niños, zapatos, juguetes, vajillas, manteles, cuadros, películas, discos, libros, joyas, etc. Principalmente, ropa. De todas las marcas. Desde Primark a Prada. También vintage. Los objetos se seleccionan, los zapatos se limpian y la ropa se alisa con vapor. Todo recibe un precio reducido. Aproximadamente, la tercera parte de su valor. Mi trabajo es poner en orden la tienda, vestir los maniquíes y cambiar la vitrina. Cuando puedo, me gusta poner precios a las cosas y estar en la caja. Hay un equipo de voluntarios, grande y grandioso, y una manager imparable.

Desde el 1 de junio, han pasado ya unas cuantas cosas por mis manos que me hubiese gustado comprar. Otras, que hubiese dejado de lado por imposibles, encuentran pronto un dueño. Y entre una cosa y otra, lo que más me gusta de este trabajo es estar con los clientes. Los que pasan revista en las estanterías y los percheros, a la misma hora cada día, con un fervor envidiable, buscando algo especial. Nos reconocemos, con una sonrisa. He ido viendo la alegría con la que encuentran vinilos, broches, acuarelas, teteras, pañuelos, libros... De vez en cuando suena la flauta, es un momento mágico. Una estrámbótica mantequillera antigua de porcelana británica amarilla, unos guantes de terciopelo azul con botones de perla, la primera edición de Great Expectations.

A la gente le gusta comprar en una tienda de segunda mano porque los precios son más bajos. Es una atractiva oportunidad la de comprar artículos costosos, con poco uso o en buenas condiciones, a un precio razonable. Es una actitud responsable con la propia economía o, a la antigua, una actitud ahorrativa. De todas maneras, la alta rotación que existe en una charity, a donde sólo llega una parte de los bienes de primera mano que se consumen, me hace pensar que sobre todo somos compradores. Ni compradores de primera ni de segunda mano, no haría divisiones.

Adicionalmente al factor ahorro, el sector de segunda mano tiene otros efectos secundarios: positivos, en este caso. Uno tiene que ver con el ambiente. Las donaciones se convierten en bienes con una segunda oportunidad antes de llegar al vertedero. El otro tiene que ver con la contribución que hacen los compradores a la organización que hay detrás, la cual trabaja en favor de los animales abandonados, la infancia explotada, el cáncer, las personas mayores o los pobres, por poner algunos ejemplos.

Visto así, ahorrar, contribuir en lo posible con el ambiente y ser solidario son factores suficientes para apoyar las bondades de una charity shop. Sin embargo, el factor sorpresa explica el por qué hay clientes que prefieren comprar una corbata retro de punto o una jarra de leche en forma de oveja. Ellos están buscando historias y fantasías ajenas, para revivirlas. Son cazadores de almas en el olvido.

6.11.09

Loving the Wheather

Volví sin palabras del viaje sorpresa a Venezuela, pero las voy recuperando.

Desde hace unos días, cuando salgo a las 5 de la tienda ya se hizo de noche. Hoy, mientras caminaba por King's Road hacia el metro, me quedé mirando una imagen no sé por cuánto tiempo, bajo la lluvia, frente al cristal de una galería.
Los que vamos por la ciudad con perros somos una especie de pastores, sin rebaño. A veces marcamos la ruta y el perro nos acompaña, pero a veces no es así. A veces los perros eligen por dónde ir y los seguimos. A mi me pasa con Tieta.
No muchas veces he experimentado esa sensación como en estos días de lluvia. La de estar contenta sin tener ningún motivo, de la nada. Dejándome llevar, simplemente, he logrado sentirme cada vez más a gusto en Londres.
Tom Homewood, Loving the Weather. Northcode Gallery, King's Road.

11.9.09

Ismenia

Pasé cinco días con Ismenia en Maracaibo, tres de ellos en el hospital. Sin embargo, tuvimos tiempo de cruzar el puente del lago, caminar por la chinita, conocer la iglesia de Santa Bárbara y hacer esta foto, soportando el calor del mediodía. Para mi regreso ella estaba mejor y nos despedimos con una sonrisa mecánica en la puerta de su casa, disimulando la tristeza. Me fui pensando en que no tengo nada que hacer en ninguna parte del mundo si no es a su lado, pero me fui. Cuando venía en el avión a Londres, ella entró de nuevo en el hospital y hoy ya lleva diez días allí. La crisis de asma se ha ido complicando día tras día. Una infección, una mala reacción al antibiótico, unas convulsiones, una fractura en el brazo. Estoy rezando por ella, porque ella me enseñó a rezar, sólo que ahora desde Londres todo está más lejos que nunca.