Cuando un libro se publica pasa a ser responsabilidad básicamente de dos departamentos en una editorial: ventas y comunicación. En algunas editoriales pasa a ser responsabilidad de dos personas, a falta de departamentos: el chico de ventas y la chica de prensa. El clásico es el dueño de la editorial que hace todo (lo que puede, claro).
Todo ese tinglado que se monta para que un libro tenga buena prensa y se venda es un trabajo bien duro. El libro que no llega a muchas mesas de novedades porque los libreros están saturados de novedades y los responsables de literatura de los medios reciben demasiados libros para el espacio que tienen disponible… El cuento de nunca acabar, pero aún así todos hacen su trabajo. El escritor escribe, el editor publica el libro, la de prensa de hacer la promoción…
Pero ¿qué pasa cuando un escritor tiene síndrome de ansiedad? Álvaro Colomer ha publicado un artículo en Qué Leer (Octubre 2007), donde describe muy bien una parte del mundo editorial que el lector no conoce (ni tiene por qué conocer) pero que es el pan nuestro de cada día dentro del sector. Un capítulo del making-of, digamos.
La historia comienza así: “Hay escritores que se convierten en auténticos neuróticos apenas publican la novela en la que han invertido años de esfuerzo. Quieren llegar al gran público sea como sea, motivo por el que se lanzan a acosar a las jefas de prensa de las editoriales con dos o tres llamadas diarias, mientras acuden a sus amigos periodistas suplicando una reseña y se cuelan de tapadillo en las librerías para recolocar sus libros en los puntos calientes”.
A mí, por supuesto, me encanta el tema de la jefa de prensa. Afortunadamente no todos los autores son así ni todos los periodistas te cuelgan el teléfono… ¿Alguien se ha parado a pensar fríamente para qué sirven la mayoría de las llamadas que les hacemos las chicas de prensa a los periodistas para saber si han recibido un libro y si lo van a reseñar? Sé perfectamente que no todos los libros son Harry Potter ni todas las autoras Madame J.K. Rowling y que la mayoría de los libros no se venden solos pero… ¿Por qué es tan importante para todos salir todavía en los suplementos culturales de los periódicos?
Se me ocurre que otros capítulos interesantes del making-of de los libros podrían ser:
1. No todas las críticas son buenas ni tienen que serlo. ¿Qué hacer con un autor desbordado ante una crítica desfavorable, justificada o injustificada?
2. Una buena crítica no hace que se produzcan más ventas. Un escritor me dijo un día: "autor de culto lo único que quiere decir es que no vendes nada".
10.10.07
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1 comentario:
jajaja, conozco ese síndrome, emilú querida, creo que lo hemos sufrido un poco juntos... pero no nos dejaron hacerlo mucho tiempo.
¿para cuándo nos hablas del síndrome de los/as agentes, sea cual sea, doctora?
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