22.11.07

Mi alma gemela


Victoria Katz se llamaba una chica que entró en mi clase al final de la carrera, en 1991. En tres años nunca habíamos coincidido y a simple vista no íbamos a coincidir. Ella era muy trabajadora y yo no. Ella estudiaba mucho y yo nada. Ella quería ser periodista y yo no sabía a que dedicarme. Ella escribía muy bien y yo ni por asomo. Ella era rubia y yo morena. Ella leía a Borges y yo a Echenique. Ella tenía una posición concienzuda sobre la política contemporánea y yo sobre la teoría del caos personal. Ella, gracias a sus genes hebreos, estaba predispuesta a sobrevivir y yo a perecer. Ella era porteña y yo caribeña. Ella sabía pelear con su Fiat 147 en ruinas y yo abandonaba a mi fiel escarabajo a la primera de cambio.



Sin embargo, esa chica y yo coincidíamos en cosas más interesantes, cosas que se pagan muy caro. Ni estábamos a la moda. Ni nos tomábamos en serio a nuestra generación. Ni estábamos dispuestas a hacerle el juego a los machos venezolanos. Ni teníamos casa. Ni un centavo. Ni una situación familiar realmente familiar. Y ya lo sabemos todos: las miserias son las que unen a la gente.

En aquellos días Victoria y yo nos instalamos en el apartamento de mi tía Ernestina, cuando estaba a punto de llevársela un tumor cerebral. En aquella casa nosotras hablamos de cosas intrascendentes sin parar, sin prisas, sin comer, sin salir, sin llamadas, sin visitas. Fue un buen comienzo para Victoria y para mí. Desde entonces hasta hoy nuestra amistad sigue intacta. Desde Tenerife, Buenos Aires, Caracas, Madrid, México hablamos repentinamente, con pasión, de las cosas que se pagan caro y de todo lo demás. Tenemos un ritmo que se recupera al instante. La última vez que nos vimos ella me enseñó Buenos Aires, en los carnavales del año 2000.

Todos los capítulos y temporadas de Sex & The City que vi en mi casa de Lavapiés hace un año me recordaron a Victoria y quedé convencida de que esa serie es una oda a la amistad, no al sexo.

Hoy me ha enviado esta foto con la vista que tiene ahora en su casa, en Miami. Ella sabe lo importante que es para mí.

5 comentarios:

ta dijo...

hola emi, no recordaba que estabas por aquí. Y hoy me lo he leído casi todo,, sólo quería saludarte. públicamente.. bso

Anónimo dijo...

Qué bonitas cosas escribes y qué bonito lo haces.
Un beso I.

Unknown dijo...

Iluminada Emilú, qué frase aquella: las miserias son las que unen a la gente. Y que linda historia.

Abrazos,

Fede.

Tomás Fernández dijo...

Emi dime donde esta victoria tengo algunos dias recordandola y me encantaria poder saludarla plis dale mi correo o mi blog o lo quesea muaaaaaaaa gracias se te quiere mucho


Tomasnomas29@gmail.com

Emilú Soares dijo...

Acabo de hablar con Victoria y le he dado tu mail. Espero que te esté escribiendo ahora mismo.
Yo también te recuerdo, con mucho cariño.
Ya me contarás.
Muac