27.11.09

Balance personal


Reputación, ego, poder, fe (la buena y la mala), intereses, deudas, haberes, salud, memoria, virtudes, vicios... Todo eso se queda fuera.
Maracaibo. Plaza Baralt. Agosto 2009

24.11.09

¿Se parece a Joel, verdad?


¿Se parece a Joel, verdad?, me dijo el Chapulín la otra noche en Oxford Street.
Tratamos de no hablar de ese tema, pero es inevitable. Él también extraña a sus amigos de Madrid.

13.11.09

Cazadores de almas en el olvido


El concepto de segunda mano, casi desconocido para mi antes de vivir en Londres. se resumía a unas pocas y viejas experiencias: el armario de mi tía Ernestina y el Mercado de los Corotos de Caracas. Ambos me sacaron del apuro, alguna vez, a la hora de encontrar un vestido diferente para una fiesta universitaria. Lo que significaba un vestido Diferente a los 20 años, en 1990 y en Caracas, es exactamente lo mismo que hoy llamamos, un fancy dress. Después de aquella etapa han pasado muchas otras en las que he pensando que el placer de estrenar ropa, ropa nueva, es algo insustituible, hasta que empecé a trabajar como voluntaria en una charity shop.

La tienda de Chelsea recibe a diario donaciones: ropa de mujer, hombre y niños, zapatos, juguetes, vajillas, manteles, cuadros, películas, discos, libros, joyas, etc. Principalmente, ropa. De todas las marcas. Desde Primark a Prada. También vintage. Los objetos se seleccionan, los zapatos se limpian y la ropa se alisa con vapor. Todo recibe un precio reducido. Aproximadamente, la tercera parte de su valor. Mi trabajo es poner en orden la tienda, vestir los maniquíes y cambiar la vitrina. Cuando puedo, me gusta poner precios a las cosas y estar en la caja. Hay un equipo de voluntarios, grande y grandioso, y una manager imparable.

Desde el 1 de junio, han pasado ya unas cuantas cosas por mis manos que me hubiese gustado comprar. Otras, que hubiese dejado de lado por imposibles, encuentran pronto un dueño. Y entre una cosa y otra, lo que más me gusta de este trabajo es estar con los clientes. Los que pasan revista en las estanterías y los percheros, a la misma hora cada día, con un fervor envidiable, buscando algo especial. Nos reconocemos, con una sonrisa. He ido viendo la alegría con la que encuentran vinilos, broches, acuarelas, teteras, pañuelos, libros... De vez en cuando suena la flauta, es un momento mágico. Una estrámbótica mantequillera antigua de porcelana británica amarilla, unos guantes de terciopelo azul con botones de perla, la primera edición de Great Expectations.

A la gente le gusta comprar en una tienda de segunda mano porque los precios son más bajos. Es una atractiva oportunidad la de comprar artículos costosos, con poco uso o en buenas condiciones, a un precio razonable. Es una actitud responsable con la propia economía o, a la antigua, una actitud ahorrativa. De todas maneras, la alta rotación que existe en una charity, a donde sólo llega una parte de los bienes de primera mano que se consumen, me hace pensar que sobre todo somos compradores. Ni compradores de primera ni de segunda mano, no haría divisiones.

Adicionalmente al factor ahorro, el sector de segunda mano tiene otros efectos secundarios: positivos, en este caso. Uno tiene que ver con el ambiente. Las donaciones se convierten en bienes con una segunda oportunidad antes de llegar al vertedero. El otro tiene que ver con la contribución que hacen los compradores a la organización que hay detrás, la cual trabaja en favor de los animales abandonados, la infancia explotada, el cáncer, las personas mayores o los pobres, por poner algunos ejemplos.

Visto así, ahorrar, contribuir en lo posible con el ambiente y ser solidario son factores suficientes para apoyar las bondades de una charity shop. Sin embargo, el factor sorpresa explica el por qué hay clientes que prefieren comprar una corbata retro de punto o una jarra de leche en forma de oveja. Ellos están buscando historias y fantasías ajenas, para revivirlas. Son cazadores de almas en el olvido.

6.11.09

Loving the Wheather

Volví sin palabras del viaje sorpresa a Venezuela, pero las voy recuperando.

Desde hace unos días, cuando salgo a las 5 de la tienda ya se hizo de noche. Hoy, mientras caminaba por King's Road hacia el metro, me quedé mirando una imagen no sé por cuánto tiempo, bajo la lluvia, frente al cristal de una galería.
Los que vamos por la ciudad con perros somos una especie de pastores, sin rebaño. A veces marcamos la ruta y el perro nos acompaña, pero a veces no es así. A veces los perros eligen por dónde ir y los seguimos. A mi me pasa con Tieta.
No muchas veces he experimentado esa sensación como en estos días de lluvia. La de estar contenta sin tener ningún motivo, de la nada. Dejándome llevar, simplemente, he logrado sentirme cada vez más a gusto en Londres.
Tom Homewood, Loving the Weather. Northcode Gallery, King's Road.

11.9.09

Ismenia

Pasé cinco días con Ismenia en Maracaibo, tres de ellos en el hospital. Sin embargo, tuvimos tiempo de cruzar el puente del lago, caminar por la chinita, conocer la iglesia de Santa Bárbara y hacer esta foto, soportando el calor del mediodía. Para mi regreso ella estaba mejor y nos despedimos con una sonrisa mecánica en la puerta de su casa, disimulando la tristeza. Me fui pensando en que no tengo nada que hacer en ninguna parte del mundo si no es a su lado, pero me fui. Cuando venía en el avión a Londres, ella entró de nuevo en el hospital y hoy ya lleva diez días allí. La crisis de asma se ha ido complicando día tras día. Una infección, una mala reacción al antibiótico, unas convulsiones, una fractura en el brazo. Estoy rezando por ella, porque ella me enseñó a rezar, sólo que ahora desde Londres todo está más lejos que nunca.

24.7.09

La máquina del tiempo



A propósito de la muerte de Michael Jackson y sin venir mucho a cuento, mi amigo R. y yo estuvimos hablando de unos cuantos acontecimientos del pasado que conviene olvidar o al menos mantener atrás. Para él ha funcionado llenar esos vacíos con gratas experiencias nuevas y yo trataré de ahora en adelante de recordar su fórmula.

Afortunadamente no todos los viajes en la máquina del tiempo nos llevan a experiencias difíciles. Hay momentos maravillosos en el pasado que no tienen por qué olvidarse. Me refiero a los momentos que vivimos con algunas personas que llenaron, sin condiciones ni obligaciones, un espacio que encontraron vacío.

Hace muy poco volví a encontrarme en Londres con una de las mejores madres posibles, Mariliana. Una de las tres madres que me tocaron en el reparto de las madres postizas, junto a Ismenia y Ernestina.

Venía en un viaje a Europa con su nieta Valentina, tal vez para enseñarle lo mismo que a mí me enseñó en Caracas hace ya mucho tiempo. ¿De dónde si no de ella saqué yo la idea de libertad y de belleza?

Espero darle un abrazo antes de que pase otra vez tanto tiempo.

23.7.09

Mi hermana, Whitechapel y la felicidad

A continuación el relato de uno de esos pocos momentos de la vida que justifican todo lo demás. Después de una visita tan inesperada como deseada, dos copas de vino, dos jagerbombs, dos Smirnoff y una noche de baile, las cosas dejan de ser tan difíciles como parecen.


Mi hermana apareció en Londres por unos días. Venía de Houston y de aquí se iba a Perth, Australia. Digamos que, afortunadamente, me encontraba en el momento y en el lugar indicados para coincidir con ella, en una de sus vueltas al mundo por temas de trabajo.

Las 48 horas que estuvimos juntas en Madrid por última vez se habían quedado cuatro años atrás. Así que con muchas ganas nos fuimos el mismo lunes, 6 de julio, a celebrar el reencuentro.

Después de los dumplings y el vino de la cena me dijo que uno de los diez bares que ella tenía que conocer estaba en esta ciudad. Nos íbamos a tardar unos 30 minutos caminando hasta Whitechapel pero a ella le pareció demasiado tiempo.

En 5 minutos nos bajamos de un taxi en la puerta del pub The Blind Beggar. Adentro la movida era tremeda. Los lunes por la noche son de la banda The Burns Brothers, que en ese momento interpretaba You Never Can Tell (C'est la vie), el tema de Chuck Berry que John Travolta y Uma Thurman bailan en Pulp Fiction. Unas diez personas hacían lo suyo en la pista, con un entusiasmo que yo había dejado de ver hace mucho. Cada uno con sus años, cada uno con su estilo. Una entrada triunfal es un buen presagio.

No tuve tiempo de preguntar qué era un jagerbomb cuando ya iba por el segundo. Para entonces manteníamos una conversación casi seria con el vecino sobre temas como la lista de los diez bares de mi hemana, la historia oscura de Whitechapel y The Blind Beggar y la política en Venezuela. De allí en adelante, cada vez que una canción "nos podía", como le dicen en Madrid a la sensación de que algo es más fuerte que tú, dejábamos la barra y a nuestro interlocutor para ¡bailar!
Ahora mi hermana ha completado la vuelta al mundo, ha pasado dos semanas en Australia y está de regreso en Houston. Lo bueno de estar aquí todavía es que algún lunes podré volver a The Blind Beggar a bailar con la banda de los hermanos Burns. La felicidad es pasajera, eso ya lo sabía.

El segundo jaggerbomb:


Una pareja de baile y de fondo la música de The Burns Brothers:

5.7.09

Should I stay or should I go?

Empezar una nueva vida es difícil, un poco más que un videojuego. Un proceso largo, lento y complicado, en el que las experiencias previas no aportan mucho. No quiero entrar en otros detalles más dolorosos y me referiré sólo al idioma, por tratarse de un factor determinante en mi epopeya de recién llegada.

Para empezar, diré que un nivel intermedio de inglés es algo relativo, indefinido, inconsistente, etéreo. Sabes cosas básicas pero no sabes básicamente nada. Sin embargo, por pecar de optimista, pensaba hasta hace poco que con mi inglés sucedería igual que con otros conocimientos, que progresaría, porque se supone que uno no va desaprendiendo por la vida. Sin embargo, estoy a punto de abandonar esa idea y toda esperanza, después de seis meses. Con mi inglés sucede algo muy extraño. En lugar de ir hacia adelante, va marcha atrás.

Y una triste y solitaria tarde de domingo, en un país lejano, me pregunto: Should I stay or should I go? Escucho The Clash, como un grito desesperado, y suspiro.

http://www.youtube.com/watch?v=V1Gn0e7kvTA

16.6.09

Secretos de belleza. Missing Madrid III



Las chicas venezolanas tienen la capacidad de desarrollarse plenamente en el camino de la belleza. Parece que nacen aprendidas en la materia porque dominan el arte y las prácticas de la imagen personal con una destreza profesional. Para ser bellas, se someten con virtuosismo a todos los ritos necesarios e innecesarios, artificiales y naturales, técnicos y manuales, físicos y espirituales, interiores y exteriores. Aunque aparentemente la única finalidad de esta historia sea la seducción, la belleza tiene una importancia tan especial que no es sólo un medio. Se trata de una entrega genuina, sin concesiones ni omisiones, a lo largo de la vida, a un ejercicio independiente de elevación personal. Digan lo que digan, es un fin en sí mismo.

Una noche muy triste y ya muy tarde, a punto de presentar su tesis sobre Pascal en la UCV, Maytté me dijo que la solución contra el insomnio y los malos espíritus era echarme crema en las piernas. Aunque no le creyera era imposible no reconocer su autoridad, así que entré en acción en ese mismo momento. Sabia Maytté. Tenía razón, no sólo pude dormir sino que con el tiempo he llegado a controlar a los espíritus.

Mi caso es una excepción. Lo descubrí a los 15 años cuando se me hizo imposible caminar derecha con tacones delante de Nataly y otras amigas de secundaria. Todavía no sé pintarme el pelo y ellas se alargaban las pestañas con una pinza a los 13. Por supuesto, esto me convierte en una chica dependiente en el universo de la estética general y específicamente en el submundo peluquerías, etcétera. Probablemente haya un par de mis amigas con la misma incompetencia pero claramente no es la tendencia nacional.

Me costó muchos años encontrar en Madrid un lugar donde pudiera acostarme en una camilla, cerrar los ojos, entregarme confiada a una sesión de depilación de cejas y, en lugar de salir como el hombre elefante, salir contenta. Estética Molero está en la calle Amor de Dios. La dueña, Paloma, y unas chicas estupendas atienden a las mil maravillas. Cada vez que abro la puerta me dicen: ¿Qué tal, Emilú. Unas cejas? La última vez tampoco logré decirles que me había ido.
Afortunadamente la belleza tiene muchos caminos, como almas. Me pregunto si el futuro me deparará algo parecido en Londres.

14.6.09

Loneliness

"I have no pride -no pride, no name, no face, no country. I don't belong anywhere. Too sad, too sad... It doesn't matter, there I am, like one of those straws which floats round the edge of a whirlpool and is gradually sucked into the centre, the dead centre, where everything is stagnant, everything is calm". Jean Rhys, Good Morning, Midnight

Londres, Charing Cross Road, domingo, 10 de la mañana