17.7.07

Barcelona

Nada más me bajé en Sants y ya se notaba la diferencia: entre Barcelona y Madrid, dejando a un lado las consideraciones formales, la diferencia fundamental es la playa, sin lugar a dudas. ¡En Madrid no hay playa, vaya, vaya!
Una ciudad que gira en torno al mar, como Barcelona, es otra cosa. No se trata de una traición a mi pasión por el Caribe ni una de las trampas de la memoria. Atravesé La Barceloneta hacia la playa con taquicardia y eso es lo que cuenta.
Quizá lo más difícil de vivir en Madrid sea sobrevivir al verano. En invierno no me doy cuenta de que estoy atrapada en Castilla, por eso a partir de mayo lo único que quiero es llegar al mar.
Ahora que estoy de vuelta me imagino que Araya va a jugar esta tarde en la Playa del Ensanche. Me la imagino sonriendo con sus pañales acuáticos y mi estancia aquí en Castilla se diluye fácilmente.

Amén a la copa de cava que nos tomamos sus padres y yo en la terraza de La Pedrera, el sábado por la noche. Espero entrar en el dinámico periplo de la estirpe de Araya lo más pronto posible, no me quiero peder sus primeras palabras que están a punto de salir.

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