13.11.08

Ilusão / Ilusión

Has empezado a recordar todo lo que una vez te hizo ilusión y se quedó atrás. No estás segura pero piensas que a partir de aquellos recuerdos perdidos, tan perdidos como lo estás ahora, será posible dibujar de nuevo un camino.

En el vídeo Marisa Montes y Julieta Venegas.

7.11.08

¿Quién es Inma Soriano?


Mercurio ya no estará retrógrado por un tiempo y eso quiere decir que las cosas comenzarán a caminar. Sigue lloviendo en Madrid pero el olor de la tierra mojada en El Retiro es agradable y mis paseos con Tieta ahora son más largos que nunca. Dos amigos de Caracas llegaron a casa justo a tiempo para alegrarme la vida y dejarme con su partida un buen sabor para rato. He tenido dos entrevistas de trabajo una de ellas muy divertida. No me puedo quejar.

El martes me llaman al móvil.

P: ¿Emilú?
R: Sí, dígame...
P: ¿Conoces a Inma Soriano?
R: Bueno, tal vez no directamente pero...
P: Te llamo de la empresa A para saber si puedes venir mañana a las 18:30 a una entrevista en la calle...
R: ¡Claro! -y apunto todo, pensando a toda velocidad en Inma Soriano.

No tengo ni idea de quien es Inma Soriano. Escribo en google el nombre de la empresa en cuestión y la primera opción que me sale es una empresa de trabajo temporal... No busco más. Pienso: Ok, sabe dios quién es Inma Soriano., pero iré a la entrevista.

Al día siguiente me encuentro una casa fantástica con piscina, patios y jardín. Imposible que se tratara de una ETT, ¡si ni siquiera parece una oficina!

Adentro me entero, efectivamente, de que no se trata de una ETT, de que el encargado de hacerme la entrevista, un chico de Bilbao que parece muy majo, es un amigo de mi ángel de la guarda, que no trabaja allí . Tampoco él sabe cómo llegó mi cv a las manos de su amiga pero allí estamos y comienza la entrevista. Resulta que hay más casualidades. Él vivió algunos años en Caracas y los dos nos vinimos en el 2002 a España. En su trabajo actual en la empresa, digamos que la empresa A, tiene contacto a diario con otra empresa, digamos que la empresa B, para la que yo también he trabajado. En ese momento pienso: ¡ahí está la clave!

Por la noche, llamo a un amigo que trabaja en la empresa B e intento resolver el misterio. Le cuento sobre la entrevista que he tenido y le pregunto si conoce a Inma Soriano. Tampoco él la conoce.

Me gustaría darle las gracias, eso es todo. Independientemente del destino que pueda tener esa entrevista y de mi destino. Y también a quien haya puesto mi cv en sus manos.
En la foto, el estanque frente al Palacio de Cristal, en El Retiro, ayer.

27.10.08

Los lunes al sol



La agencia donde trabajaba desde hace un año cerró y hoy es mi primer día como desempleada. Si se tratara de un efecto secundario de la crisis financiera global al menos tendría una explicación que dar pero no es así y tampoco es el momento de hacer comentarios. Lo cierto es que me tocó salir cuesta abajo con una bolsa de "objetos personales" como a mis 40 compañeros, la mayoría sin un plan B.
Ahora, la primera imagen sobre el desempleo que me viene a la cabeza es la película que protagoniza Bardem, Los lunes al sol. Sin embargo, como dicen que la realidad tiene mucho que ver con la imaginación personal, antes de levantarme de la cama he intentado encontrar imágenes más afortunadas y pasar del drama.
Full Monty, por ejemplo. O Saving Grace. En esta última película, Brenda Blethyn se enfrenta a una viudez anticipada y a las innumerables deudas que deja su marido con una arriesgada decisión que cambia su vida por completo. La jardinera especializada en orquídeas da un giro de 180º y se transforma en una productiva cultivadora de marihuana. En español esta película se dio a conocer como El jardín de la felicidad y la imagen de arriba es el cartel de su presentación en Francia.
Esta mañana haré la cola en la oficina del paro e intentaré representar un buen papel. Pensaré que durante los últimos seis años y medio he estado trabajando en España, sin contar al menos otros diez en Caracas. Pensaré en que, al ser mi primera experiencia en el desempleo, tengo una obligación (además de la principal que es pagar el alquiler): pensar por unos días en mi vida a partir de ahora, antes de caer en las fauces de un nuevo empleo. Aquel proyecto que he tenido siempre guardado en el cajón, el sueño de vivir en otro idioma, el curso que nunca hice, la segunda carrera que no terminé... ¿Quién sabe?

1.10.08

Una chica baila en Caracas y aquí tiembla la tierra

El año sabático que decidí tomarme al venir a España se ha ido alargando y ya son más de seis años. Me ha pasado como pasa en Venezuela cuando tenemos un problema y se plantea una solución provisional. Me he acostumbrado a vivir en España.
Antes de venir dejé todas mis cosas amontonadas en un sótano. Un cargamento de casi cien cajas, maletas y bolsas. El scanner, el secador de pelo, mis sandalias favoritas, el diccionario de filosofía de Ferrater Mora y todos mis libros, cuadernos y libretitas, el edredón amarillo de Jaipur, mi almohada, el estuche de llevar la comida al trabajo, la licuadora, mi mesita de noche, la lámpara naranja de los 60, el baúl negro con la cerradura de bronce que trajo mi tía Ernestina cuando regresó de San Francisco a Caracas, el radio antiguo que me regaló Carlos Ortiz en El Silencio y paro de contar.
Como a quien se le pasa la hora de comer y deja de sentir hambre, yo he dejado con el tiempo de echar de menos mis cosas. Sin embargo, después de acostumbrarme a la segunda persona del plural, al horario, al cocido y al invierno, ha surgido algo inesperado.
Ángela, una amiga venezolana de la agencia donde trabajo, me ha pasado el link de un vídeo que ha hecho despertar en un momento toda mi nostalgia. Nostalgia como quien dice morriña o magua o saudade, o, como decimos en mi tierra, guayabo.
En Algo, de Los Paranoias, hay una chica que baila por Caracas. Una chica como fuimos nosotras en una ciudad que nos dio todo. Dos cosas que siempre echaremos de menos.
El vídeo: http://www.vimeo.com/1139006
Así de grande es la nostalgia que ya no veo el momento de ir a Caracas. No digo regresar. De momento sólo quiero ir.

28.9.08

Interpretación

Comentaba con una amiga que está terminando ahora su carrera en Berlín y que ha vivido en muchos sitios lo complicado que es dar explicaciones personales.
Me gustaría volverme invisible cuando estoy en esas situaciones en las que es necesario contar mi vida o una parte o responder a una pregunta del tipo ¿por qué te fuiste de tu país? ¿Por qué viniste aquí? ¿Quieres regresar? ¿En qué trabajabas? ¿A qué te dedicas ahora? ¿Y tu familia? ¿Y qué planes tienes para formar tu propia familia? ¿Qué haces en navidad? ¿Dónde has invertido tu dinero?
Sin embargo, hago un esfuerzo enorme por decir la verdad, por no exagerar, por ser concisa, por no ser escueta, por no obviar los aspectos significativos y no caer en los agujeros negros, por dejar complacido a mi oyente, por dejar todo claro y no hacerme la interesante.
Lo malo es que diga lo que diga, siempre es una interpretación, como cantar o pintar o hacer una foto o cocinar. Nunca es igual. Si hubiese tenido amantes famosos o hubiese sido corresponsal de guerra, sería más fácil, pero me resulta complicadísimo explicar una vida normal y feliz, aunque muy accidentada.
El problema empieza, por ejemplo, si aparece un amigo en el Facebook y me pregunta cariñosamente, ¿qué ha sido de tí? Hace tanto tiempo que no le veo, que perdi la cuenta. Antes de responder, echo un vistazo rápido en su perfil.
Supongamos que mi amigo trabaja en una empresa de servicios financieros en Miami, no precisamente en el call center. Que está casado desde el 93. Que su hijo mayor tiene 11 años y en la foto de este verano, en Zanzíbar, su mujer va de la mano con una niña de 7. El resto lo termino en mi cabeza: una casa enorme, en medio de un jardín bien cuidado, con una Land Cruiser y dos setter irlandeses. Entonces, empiezo a hacer un resumen muy discreto de estos 17 años, sin mentir pero completamente inofensivo. Y así, cada vez que alguien me pregunta hago una composición distinta, adaptada al caso.
Explicar algo de mi pasado o de mi país a mis amigos en España tampoco es sencillo. Hay muchos registros se quedan por fuera así vayas a explicar qué quiere decir el control de cambio. Esta tarde, sin ir más lejos, estaban unos amigos en casa. Conocí a J y L en Madrid y a S, que ahora vive en Holanda, la conocí en Caracas. Los primeros le preguntaron a la segunda: "¿y vosotras dónde...?". "Trabajábamos juntas en el Museo de Bellas Artes". Hicimos una pausa, supongo que para arrancar con una explicación y arrancamos, pero inmediatamente cambiamos de tema. Hay momentos en los que la vida no admite otra interpretación que el silencio.

18.8.08

The Darjeeling Limited, by Wes Anderson


Cuando pensé por primera vez qué sentido podía tener la frase manida de los libros de educación social y cívica en los años escolares: La familia es la base de la sociedad, la práctica me había demostrado lo contrario. Nunca me pareció que mi familia podía ser la base de algo tan serio como la sociedad (en esos años todavía la sociedad es algo serio). ¿Qué sería de la sociedad entonces? No, tiene que ser un error, una errata, pensaba.
Después de conocer a unas cuantas familias más, durante estos 38 años, no he cambiado de parecer. Aunque hay un par de ellas que son excepcionales y me asombran, son insuficientes para representar a la familia-base de la sociedad. No podrían soportar ese peso ni se justificaría que asumieran una responsabilidad así.
Sin embargo, aquel descubrimiento, primero personal y luego cada vez más amplio, podría haber sido más triste de no haber encontrado un asidero en la literatura y el cine. Cuando leí a J.D. Salinger y di con la familia Glass, supe que no estaba tan sola. La sociedad, empecé a darme cuenta, está formada por esas familias-mounstro. Familias rotas, reconstruidas, separadas, desconocidas, fragmentadas...

Así de contenta también me sentí cuando vi la película de Wes Anderson, The Royal Tenembaums. Pero este fin de semana ha resultado apoteósico, justo cuando estoy más triste que nunca porque me he tenido que despedir de Ismenia, he descubierto por fin la película del mismo director, que se estrenó el año pasado: The Darjeeling Limited.
Los hermanos Francis, Peter y Jack Whitman emprenden un viaje en el tren Darjeeling Limited por la India, sin haberse visto en un año, tras la muerte de su padre, sin tener nada en común, sin más buenas intenciones que escapar de sus crisis personales y sus secretos, con suficiente desconfianza entre ellos y con un exceso de equipaje.
Al igual que los Glass, los Tenembaums y los Whitman viven en los extremos, entre la genialidad y la oscuridad. No son familias perfectas. Nos acercamos a su ingenio con ironía y a su desgracia con humor, gracias a sus creadores. Son superdotados, hipersensibles, autocríticos, escépticos, extravagantes, descarados.
La primera parte de la película, el cortometraje Hotel Chevalier, me enganchó. La película me dejó sin respirar.

Aquí están los trailers:
Mi canción preferida del soundtrack, Where Do You Go To My Lovely, de Peter Sarstedt: http://www.youtube.com/watch?v=GWdTYeMGlB4
Y un comentario muy interesante que he encontrado: http://guillermoinj.blogspot.com/2007/07/la-familia-glass.html

6.8.08

Octavia de Cádiz con el viento a favor

Hay unas cuantas supersticiones con respecto a los viajes que podemos o no compartir pero que están ahí. La primera reza que no debemos regresar al lugar donde hemos sido felices. La segunda recomienda mantener en nuestros sueños ese lugar que deseamos profundamente conocer. En ambos casos el objetivo es evitarnos una (supuesta) decepción.

En la adolescencia era un tema frecuente hablar de los lugares que queríamos conocer en el futuro y Nueva York era mi primera opción. Algunos de mis amigos ya le han dado la vuelta al mundo y yo todavía estoy en pañales. Aun así, no me quejo. He estado en NY a los 21 años, a los 28 y a los 31, y cada viaje ha sido una experiencia de felicidad diferente, así que lo de no regresar, al menos a NY, para mi no vale para nada. A la primera de cambio regreso, evidentemente, y eso que soy supersticiosa.

Uno de los viajes que traje en mis sueños de Caracas a España era ir a las playas de Cádiz. No conocer el Taj Mahal. No cruzar el puente Carlos de Praga. No comprar una lámpara en Marrakech. Cádiz es un sueño que nació contradictoriamente, a propósito de una decepcionante historia de mi vida, cuando me bautizaron Octavia de Cádiz, como la mujer de la novela de Alfredo Bryce Echenique, continuáción de La exagerada vida de... Curioso que de una catástrofe sentimental pueda salir un buen sueño, pero cierto.

Durante estos años he alimentando el sueño de hacer un recorrido por Zahara de los Atunes, Barbate, Caños de Meca, Bolonia, Tarifa... He hecho mis pinitos. Al pisar España en el 2003 lo primero que hice fue alquilar un coche para bajar a la ciudad de Cádiz y en el 2006 fui a encontrarme con R&X en Tarifa para conocer a su hija. Araya. Aunque suelo darle vueltas de reconocimiento a los objetos de mi deseo antes de lanzarme al agua, un día me lanzo y este verano fue exactamente lo que hice. Con mi amado Chapulín Colorado y con Tieta hice ese recorrido de mis sueños. En la foto, está Tieta frente a las costas africanas. El viento soplaba a nuestro favor. Cruzo los dedos por volver.

24.7.08

Cumpleaños


Finalmente ha bajado la temperatura. Tengo la ventana abierta de par en par y corre la brisa. Todas las luces del edificio que tengo enfrente están apagadas. No tengo que hacer nada. Silencio absoluto. Un lujo. Hoy cumplo 38 años. Para celebrar voy de paseo por la mañana, con Ismenia y Tieta, y esta noche con el CH voy al cine y a cenar en un japonés. El plan perfecto. No sé si hubiese hecho una fiesta, pero me resultaría complicado. Hace mucho que no veo a casi todos los amigos que viven en Madrid, algo imperdonable. Atrapada en otras historias, he perdido el mood para la vida social y no logro recuperarlo. El resto está de vacaciones, o están en Caracas, o están regados por el mundo. De todas maneras, me gustaría que supieran que les echaré de menos y que esperaré la ocasión para celebrar con cualquier excusa. Estoy pensando en Lucía, Fátima, Ignacio, Iago, Myriam, Joel, Emily, Juan César, Jaime, Rodolfo, Ximena, Tania, Selina, Luis, Marjorie, Gustavo, Italo, Liscano, Marcelo, Joanna, Mairí, Maytté, Arturo, Antonio, Argenis, Cristina, Gabriel, Natalia...

12.6.08

Sillas voladoras


Me gustan los parques de atracciones, sobre todo porque son el paraíso de la dispersión. Los juegos de feria y los peluches gigantes. Los trenes que regresan al mismo sitio. Los lugares maravillosos, misteriosos, peligrosos. El ruido. Las luces incandescentes. El algodón de azúcar, los refrescos, los perritos calientes. La posibilidad de perderte, de sorprenderte, de marearte, de cerrar los ojos y gritar delante de mucha gente, de subir muy alto, de bajar al fondo a gran velocidad, de experimentar el vacío. La montaña rusa me da bastante miedo pero suelo subirme en alguna, en cuanto alguien insiste.
En el Parque de Atracciones de Madrid hay sillas voladoras. La estructura está rodeada de árboles altos. Las sillas son de mimbre y están sujetas al techo por cadenas. Cuando estás dando vueltas, cada vez más rápido, te acercas tanto a los árboles que tienes la sensación de que vas a chocar contra ellos.
Me gustó mucho conocer ese parque el otro día. Mientras J y el CH estaban en la montaña rusa, yo aproveché para subirme en las sillas voladoras. La sensación es total, disfruté en grande. Me acordé del Tolón, el parque donde yo iba en Caracas cuando era niña y de sus sillas voladoras. Es una costumbre maravillosa la de reservarse algunas etapas sin superar.

16.5.08

Anita no piede el tren, a pesar de todo


Este es un diálogo de la película de Ventura Pons: Anita no pierde el tren, entre dos amigas, Anita (Rosa María Sardá) y Natalia (María Barranco).
Anita tiene 50 años. Cuando era niña quería ser actriz. En realidad, ha sido taquillera en una sala de cine, durante 34 años. Su jefe decide vender la sala y, de un día para otro, Anita se queda sin trabajo. Su perfil no encaja en la imagen de los nuevos tiempos. A falta de otras actividades, Anita asiste a diario a las obras y conoce al atractivo hombre-excavadora, mucho más joven que ella. Una noche le cuenta a su guapa vecina Natalia, que tiene unos 34-36 años, que está enamorada de él.


N: No hay tiempo que perder. ¿Cuál es nuestra meta? ¡Pescarlo! Me da igual si te casas, si te juntas...

A: Me das un poco de miedo

N: Miedo ni ostias. Son reglas infalibles basadas en una hipótesis absolutamente contrastada

A: Pero ¿qué hipótesis?

N: El hombre es un cazador por naturaleza y ¿qué es lo que más valora? La pieza más difícil de conseguir. Primera regla: Tú déjale tomar la iniciativa pero ponle muchas barreras, muchos obstáculos, muchas dificultades...

A: ¿Para qué?

N: Para comer pan con tomate... ¡Pa follar, coño! Anita, que pareces tonta. Segunda regla: ¿Por qué los hombres se echan para atrás cuando ven un compromiso?

A: Yo no lo sé

N: Porque las mujeres somos idiotas y nos abrimos enseguida. Y no, Anita, hay que dar mucha caña, caña, caña... En la primera cita, no más un beso. Y retrasar el momento del acto. Retrasa, retrasa, retrasa. Que se impaciente. Así en cuanto hagas el amor la pasión será el triple. Tercera regla: Cuando estés con el cigarrillo después de...

A: Es que yo no fumo

N: ¡Calla! Cuando estés con el cigarrillo después de no te pongas a hacer planes como una loca. Que si mañana, que si pasado, porque se asusta y sale corriendo.

A: Yo no entiendo

N: Es muy fácil, es el ABC

A: Pero Natalia, todo esto se contradice con lo que hemos ganado y aprendido las mujeres todos estos años

N: Y ¡para lo que nos ha servido! Eh, qué pasa, ¿es que a estas alturas eres una taquillera feminista?

A: ¡No! No soy feminista y por desgracia ni taquillera. No me lo puedo creer. ¿Es que las mujeres nos hemos quitado y quemado los sostenes para nada?

N: Pero ¿cuándo te has quitado tú los sostenes?

A: Yo no, pero lo he visto en una película

N: Ves demasiadas películas

A: Cuando por fin vivimos en una época en la que las mujeres podemos tomar la iniciativa, tú quieres que yo...

N: ¡Eres una taquillera feminista e intelectual!

Cuando vi por primera vez esta película, hace años en Caracas, alucinaba. Siempre me he acordado de Anita, por muchas razones. Porque nunca he escuchado los consejos de mis amigas-natalias, porque ella es una mujer valiente, porque está enamorada del cine, sin ser una cinéfila, y de paso porque yo cumpliré 50 años un día de estos, como todo el mundo.

15.5.08

Araya's Birthday. London (3/3)

A Araya le gustan mucho los libros. Tiene su propia biblioteca y, si te despistas un momento, ella misma va a buscarte uno para que se lo leas. Mientras está escuchando la historia está interesadísima, se rie, se sorprende... Su preferido es uno que tiene las letras de las canciones y un sistema para escucharlas. En el parque se lanza sin pestañar por los toboganes más altos. Cuando llega abajo te mira con picardía. Le gustan las uvas y la coliflor. Se acuerda de Tieta, desde la última vez que la vio en semana santa, y llama Tieta a todos los perros. Sus padres, mis grandes amigos, Rodolfo y Ximena, le regalaron un Arca de Noe, con todas las parejas de animales. Un juguete de diseño, hecho con madera.

El próximo año Araya va a empezar el colegio y sus padres están buscando uno que sea lo suficientemente bueno para que ella tenga todas las oportunidades abiertas cuando sea grande. Están preocupados porque la mayoría de los buenos colegios en Inglaterra son religiosos y ellos no lo son.

De pequeña, yo fui a varios colegios laicos y regulares. Mi educación religiosa estuvo a cargo de Ismenia (la señora que me crió junto a mi tía Ernestina). A partir del día que escuché la historia del Arca de Noe, estaba convencida de que el diluvio se iba a repetir y de que yo me iba a salvar. Eso sí, sin tener que competir con ninguna fiera ni aplastar a ningún insecto. Mi proyecto infantil consistía en desarrollar una estrategia infalible que me permitiera subir al arca. Y lo conseguí, me he salvado -varias veces.

Para evitarle tales dificultades a Araya, comprendo que sus padres busquen una manera de abrirle las puertas desde ahora.

Family. London (2/3)


En una pastelería cualquiera de Soho, en Londres, me encontré con una vitrina completa llena de figuritas de novios y novias. Por parejas, heterosexuales, gays y lesbianas. Personajes negros y rubios. Inclusive, piezas individuales para formar combinaciones.

Me alegré mucho de saber que los tradicionales "muñecos de torta", como se llaman en Venezuela, no han pasado de moda. Me alegré de que sigan allí, después de un restyling político y que ahora puedan dar una imagen que represente mejor lo que somos. Al fin y al cabo, las familias son como son.

14.5.08

Lost property. London (1/3)





El 10 de mayo cumplía 5 años en España y, ese mismo día, salí de casa al amanecer para ir a Londres. En Madrid el cielo estaba gris, llovía y hacía frío. Sorprendentemente, en Londres, el cielo estaba azul y hacía calor. Aunque se tratara de una de esas irónicas consecuencias del desastre climático, lo interpreté como una buena señal. Al llegar, me hice esta foto en un pequeño parque de Notting Hill.


Llegué con unas cuantas dudas y, no sé por qué, quería caminar por Charing Cross, por Chinatown, por Soho... Creo que la mejor manera que tengo para encontrar algo interesante es buscarlo en callecitas como esas.


Siempre tengo la sensación de que puedo orientarme mejor en el caos de las grandes ciudades, como si tuviera los mapas grabados en un cardio-gps particular. No me acuerdo de los nombres de las calles, pero voy como pez en el agua entre la inmensidad de la gente, las tiendas y el tráfico. Eso me ha pasado en NY y en Buenos Aires, y es probable que me pase también en el DF, en Sao Paulo o en Tokio, si alguna vez llego hasta allí. En cambio, en medio del campo me siento perdida (aunque la naturaleza no tenga la culpa de nada).

En oportunidades anteriores, no había ido a Londres con el próposito de buscar algo, como esta vez. A veces somos así de raros y creemos que todo está en orden. Sin embargo, el 10 de mayo necesitaba rumiar mis dudas por ahí. En silencio, sin guía y sin reloj.

Esta foto la hice en una tienda de Chinatown. Cuando vi esos guantes huérfanos inmediatamente recordé que la esperanza debe ser siempre lo último que se pierda.

15.4.08

Espera a ciegas


Ayer una mujer y yo esperábamos al autobús en la parada de Francisco Silvela con Diego de León, a plena luz de mediodía. Ella llevaba un moderno abrigo de entretiempo, de cuadros negros y blancos, maquillaje fresco, cabello castaño de peluquería, uñas rojas, pendientes largos y tacones. Después de 15 minutos un autubús se acercaba. Más o menos cuando venía a 50 metros me preguntó si era el Circular, el C2. Hice un esfuerzo pero no le pude contestar, luego me sonreí. Me pasaba igual que a ella. Ni mi compañera, de unos 70 años, ni yo, éramos capaces de ver la nomenclatura sobre la cabecera del autobús. Al final sí que era el autobús que esperábamos las dos.

Mis problemas de la vista son viejos. Desde los los 4 años no veo bien y tengo que llevar mis gafas puestas. Por suerte los autobuses son ese tipo de cosas que si no puedes ver de lejos, no pasa nada. Incluso así, sin ser vistos, llegan en algún momento y siempre son bien recibidos.


Ilustración: Cartel de Snellen para el clásico examen de la vista.

8.4.08

El carro fantástico


A Maiela, que me hizo una pregunta.

¿Un carro grande? No se me ocurriría nunca. Los carros de cuatro puertas con maletero no se hicieron para mí. Si me regalaran uno, lo vendería. Hace diez años atrás o más pensaba que era un asunto generacional, que pasaría el tiempo, pero no ha sido así. De hecho, ahora creo que los carros pequeños son un estilo de vida, una marca de carácter.

Como dicen que es bueno tener algunas manías, me he permitido darle rienda suelta a mi atracción por los carros pequeños. ¿Por qué? Dentro de un carro pequeño me siento tan cómoda como un pez en el agua, dueña de mi mundo. No se me ocurre otra cosa para explicar en que se fundamenta mi atracción.

En Caracas tuve un Volkswagen Escarabajo, verde chillón. Tenía 21 años cuando lo compré y era del 70, así que ¡teníamos la misma edad! Fue una revelación. Me convertí en ídolo de mis pequeños hermanos. Ellos y sus amigos del cole se subían orgullosos en mi nave. Los valet parking me negaban el acceso a los restaurantes del este pero a veces pasaba por millonaria excéntrica. Era muy divertido. Aprendí a cambiar el platino y el condensador. Me hice amiga de un mecánico italiano, que me sacaba de apuros. Así que el carro se convirtió en mi modus vivendi. Se lo vendí a mi amigo Antonio González en el 96, la primera vez que vine a vivir a Madrid. Fue como dejarlo en mis manos. De hecho, nunca llegamos a arreglar los papeles. Después tuve un Renault Twingo, cero kilómetros, que fui a recoger en Mérida porque en Caracas estaba agotado. Era amarillo taxi y lo vendí para pagar el máster de edición en Madrid. No puedo separar esos carros de los grandes momentos, hemos compartido una vida sentimental.

Una de las principales causas por las que la gente prefiere tener un carro grande es la familia. Excusas. ¿A quién se le puede olvidar que las familias enteras viajaban dentro de unos vehículos más que compactos en los 70 y 80? Esa época feliz en la que no existían los monovolúmenes.

A mi no me tocó viajar con toda la troupe, incluidos la abuela, el perro y la bicicleta, porque fui hija única hasta los 10 años. Sin embargo, me di el lujo de viajar a los nueve años en un Mercedes Benz 280 SL, el modelo “pagoda”, desde Caracas hacia El Dorado, ida y vuelta. Todo el pequeño asiento trasero era para mí sola. Antes de llegar a Guasipati le recogimos el techo. Ese viaje fue fundamental, en sí mismo.

Ahora sueño con el Fiat 500 que ha salido. El remake del clásico. ¿Has visto La Dolce Vita?

Pues eso, lo que importa en mi vida puede ir dentro de un carro pequeño. Si es así, ¿para qué uno grande?

27.3.08

10 cosas que hacer antes de los 40

Desde mi punto de vista, con un poco de suerte, antes de cumplir los 30 puedes posponer unos cuantos planes o actividades. Uno piensa: ¡ya lo haré cuando tenga 30! Luego, con mucha suerte, el final de la década de los 30 puede llegar a sorprenderte sin haber llevado a la práctica muchos de esos planes. Supongo que eso quiere decir que has estado muy entretenido en otras cosas. Aunque siempre puedes pensar: ¡A los 40 también puedo! Y afortunadamente es cierto pero ¿por qué seguir postergando lo que te pide el cuerpo?

Me he entretenido haciendo una lista de las diez cosas que quiero hacer antes de los 40. Cosas que me harían más feliz o mejor persona o más saludable. No hay ninguna obligación, las obligaciones llegan por sí solas.

Aquí está:

1. Viajar en tren hacia el sur de Italia
2. Superar mi nivel de inglés, que no ha pasado de intermedio en años
3. Leer Los hermanos Karamasov en unas vacaciones
4. Regresar a NY
5. Aprender a nadar, como me recomendó mi astróloga
6. Entrenarme para correr
7. Hacer un curso de costura
8. Dar un paso más allá en el mundo laboral
9. Recuperar los diarios que escribí en los 80, a ver si hay algo rescatable
10. Decir lo que pienso, con más frecuencia


Cuando hice esta lista, pensé en las cosas que no pondría jamás. Tener un coche de cuatro puertas, por ejemplo, es algo que he descartado para siempre. Tener un hijo, porque es un gran deseo pero no de los que se pueden meter en una lista.

Por cierto, me da curiosidad saber quién tiene una lista para los próximos dos años y cuáles son las prioridades

13.2.08

Felicidad


De entrada, si me preguntan cómo llevo la felicidad no sé qué contestar, prefiero pasar a otro tema. La felicidad me pone muy nerviosa. No es tristeza ni resentimiento, nada de eso, simplemente estoy más preparada para la lucha contra los elementos que para las buenas noticias. Sospecho de las personas que practican deliberadamente el “buen rollo”, día tras día.

A lo que voy es a que la actitud natural, al menos para mi, es la de sobrevivir. Diría que es un ciclo: en primer lugar, sobrevivir. Con suerte, alegrarnos de sobrevivir y, de vez en cuando, ya como apoteosis, ser felices.

En la práctica a mí me ha pasado algo así. Durante los últimos siete años lo único que hice fue salvaguardar el nido, huir de las fieras para conservar el pellejo, espantar a los espíritus malignos, ponerme encima una piel para protegerme de las inclemencias metereológicas, llorar como un elefante por la partida de los seres queridos y hacer gracias como un mono para ganarme el pan. Más que aburrida, estos años me dejaron incrédula y agotada, pero el momento llegó.

Hace dieciocho meses, Tieta y yo conocimos al Chapulín Colorado en El Retiro, nuestro lugar preferido en esta ciudad sin playa. Era una tarde de primavera, cálida pero no calurosa, bajo ese cielo tan bonito que tiene Madrid.

En el mismo parque, hace 21 días, nos hicimos esta foto, el día que celebramos nuestra boda. A pesar de que es invierno todavía, estábamos bajo un cielo de privamera, ese tan bonito... Porque eso es lo que tiene la felicidad, que viene con todo.

Comparto esta noticia sólo por una razón, aunque hay muchas más: es lo mejor que me ha pasado en la vida, porque me la ha devuelto del todo.

23.1.08

Un lobo en el polígono industrial


Hay problemas que no tienen solución. La ansiedad de Tieta, por ejemplo. Esfuerzo, entusiasmo, rutina, carácter, voluntad, ejercicio, fe, optimismo, espacio, ruegos, veterinarios, medicamentos, juguetes… Nada ha servido para ayudarla a controlar la ansiedad cuando se queda sola en casa. Ella no ha podido dejar de llorar y yo no he podido encontrar una solución para dejar de trabajar y estar en casa.

El lugar donde vivíamos antes era el paraíso de los perros. Había dos y tres en cada piso. Como una gran manada inmobiliaria. Qué pena tener que salir del paraíso sin tener culpa de nada, sólo porque el propietario se le ocurrió hacer un apartamento en una terraza y sin permiso de obras. En el nuevo edificio no hemos pasado la prueba. La vecina ya se quejó tres veces, por escrito y en persona, conmigo, con la portera y con el propietario del edificio. Hice lo que pude y también le pedí disculpas. Al final, cuando no tenía otra alternativa que matar a la vecina, apareció el Chapulín Colorado.

El tren de cercanías de Madrid, para mi sorpresa y la de muchos, permite llevar perros con bozal. Así de fácil. De esa manera Tieta viajará con el superhéroe los lunes por la mañana y los viernes por la noche en tren, para pasar la semana en el taller de un polígono, en las antípodas de un pueblito al suroeste de la comunidad de Madrid. Donde el diablo dejó las cholas.

Durante el día, la niña de los ojos moros estará acompañada y será muy feliz. No me echará de menos en ese universo eminentemente masculino. Yo sí, y para compensar un poco su ausencia todavía no he decidido qué hacer. Supongo que lo mismo le pasa a las madres cuando dejan a sus cachorros en la guardería por primera vez. Una mezcla de culpa con intranquilidad, dolor y otros tormentos.
Por las noches, cuando termine la actividad en el taller, Tieta se quedará sola. Sus aullidos irrumpirán con más fuerza que nunca, nadarán en un silencio desconocido para ella. Probablemente nadie la escuchará, pero yo sabré que hay un lobo en el polígono industrial.