29.9.11

Reinvention

En Madrid 2006 conocí al Chapulín Colorado carpintero. Un oficio que a ratos le daba de comer muy bien, pero que permanentemente le llenaba de satisfacción. Después pasó lo que pasó en España y llegó el momento de  llegar a Londres. La respuesta inmediata era la cocina y para eso había que hacerse con un  curriculum vitae ad hoc. Y, por supuesto, había que recorrer muchas calles. Al final del cuatro o el quinto día, sin otra copia del curriculum y perdido en una zona desconocida, aterrizó frente al manager de un pequeño y super ventas restaurante mexicano del centro. Así empezó la historia del super héroe cocinero.

Dos años y medio de grandes sacrificios al frente de esa cocina le alimentaron todas las ganas del mundo de dar un paso adelante en su nuevo oficio y comenzó a buscar trabajo en una cocina más grande y profesional.

En temas de entrevistas y pruebas, de aquí para allá, estaba todavía la semana pasada, cuando tuvimos esta conversación:
Cómo fue la cosa 
Bueno. Creo que bien
Cuéntame
Tuve que abrir unas ostras, llegando
Y qué tal
Nunca había abierto ostras
...
La primera fue difícil pero después de la primera puedes abrir 500

Y después de todo, de arreglárselas con el inglés, las ostras y todo lo demás, logró encontrar lo que estaba buscando.

Y yo aquí, celebrando la capacidad para reinventarse de mi super héroe favorito y esta nueva etapa en su vida como chef, todavía enamorado de la carpintería.

16.9.11

La Real. Missing Madrid V



En 2004, cuando comencé en Madrid, para llegar a mi trabajo en la tienda El Flamenco Vive, subía por La Independencia, una callecita estrecha y corta como muchas del centro, desde la estación de Ópera. A esa hora de la mañana en la que todo está renovado y huele a limpio, en la que todo es perfecto con sus imperfecciones, estaban la chica y el labrador, en la puerta de la floristería. Y durante unos segundos, que yo dilataba en lo posible, una parte de mi alma se fijaba a esa imagen. Una imagen lo suficientemente poderosa para quedarse conmigo hasta entonces, parte como un recuerdo, parte como una fantasía.

Han pasado muchas cosas desde aquellas mañanas pero esa imagen vuelve de vez en cuando. Sobre todo últimamente, ahora que cada semana compro con mis compañeros de la tienda en Londres un billete de lotería.

Cuando me preguntan que qué haría con mi parte del dinero si ganamos, nunca sé qué decirles. Pienso que, millonaria o no, me gustaría ser yo la chica que abra la floristería La Real, en el número 1 de la Calle Independencia de Madrid y que Tieta fuera el labrador que estaba con ella, entre las flores.

Returning home


Tratando de explicar lo que significa regresar a casa todos los días, tengo que partir la historia en dos: antes de Tieta y con Tieta. Una vez marcada esa brecha, está más claro que sólo después de T. el asunto ha tenido un significado.

Me ha pasado que lejos de casa, empiezo a pensar: ¿Qué tengo yo que seguir haciendo aquí en esta fiesta, o en esta oficina? Y entonces salgo disparada. Mientras me voy acercando, acelero el paso. Y se acelera el corazón. Y la respiración. T. está del otro lado de la puerta, la he sentido venir como un relámpago. También ella está acelerada. Abro sin mover una pestaña. ¿Me habrá sentido venir, verdad?  Y paro de pensar en ese momento. Ella ya está saltando alrededor mio, encima mio, dando vueltas sobre sí misma. Diez minutos, más, menos, nadie los cuenta. ¿Te acuerdas de Dino y Pedro Picapiedra?  Terribles consecuencias en verano, con minifalda y sandalias. Y como pasa con la pasión: fuera, nada existe. Ni el día fue triste, ni estresante. Ni nada fue mejor, ni más importante.

Por supuesto que es normal sospechar que otros factores, menos benevolentes que esta pasión, han estado presente en la historia de mi regreso a casa. Pues, sí. De todo un poco. Suspense, tragedia, thriller, acción, drama. Diferentes dosis. Sin embargo,  ¿a quién le importa ya el ultimatum de la presidenta de la junta de condominio, y los 50 exámenes pulverizados de mis alumnos, y la muerte general del coffee table book, y la destrucción del sofá de diseño, y la caca justo detrás de la puerta, entre otras anécdotas, si lo verdaderamente importante, que es la pasión, siempre, siempre ha estado ahí? Pasión en su más pura expresión. Incondicional. Compartida en exclusiva con nuestro superhéroe favorito, el CH.

11.9.11

Our Own Harvest

Mi conocimiento sobre agricultura se había quedado estancado muy atrás, en Caracas, en la época de los proyectos escolares de primaria, en los que nosotros, los alumnos, teníamos que crear unos germinadores, con frascos de vidrio, papel periódico y caraotas o judías negras.

Los pocos alumnos muy aplicados llevaban a clase un germinador nuevo y etiquetado cada semana, para que todos los demás tuviéramos la visión del "proceso" a la vez. En mi memoria ese proceso estaba congelado en el nacimiento de la planta y no tenía ninguna resolución. Es verdad que ya estaba más interesada en las ciencias sociales que en las naturales, pero nunca supe cómo terminaba esa película. Y si lo pienso mejor me parece que no era mi despiste la causa sino la falta de dirección general. Los germinadores se morían, poco después de nacer las plantas, al empezar a crecer.

Treinta años después, en Londres, una compañera lituana llega una mañana al trabajo con una planta de unos diez centímetros. Dice que es un tomate y, tengo que reconocer, la miro incrédula (¿tomate, eso?) e ingenua a la vez (¡tú sabrás mejor que yo, eso seguro!).

Entonces, en coro, seguimos sus instrucciones un par de meses. Una maceta mayor. Regar todos los días. Pasar a la ventana. Y así fue creció la planta más de un metro, y salieron unos tomates verdes enanos y luego más grandes y cada vez más rojos y después vino la ensalada capressa para compartir, con mozzarella de bufala, que compré en Tesco.

Frutos que había estado esperando.

Nightmare


Estoy viendo a Ismenia desde la ventana de un tercer o cuarto piso. I. me está viendo y tiene a Tieta agarrada por la correa. Hay un parque, entre el edificio donde estoy y ellas. Un parque complicado, un bosque, un laberinto dentro de un laberinto. En las manos tengo un jersey asqueroso y tengo que dárselo a I. Le hago señas para que se acerque, pero ella me hace señas para que lo lance al suelo. Dejo caer el jersey desde la ventana. Ella suelta a Tieta en ese momento. A la carrera, Tieta entra en el parque. Veo a I. caminar lentamente, con dificultad,  y escucho sus gritos: ¡Tieta, busca el jersey! Veo cómo Tieta se va perdiendo, sin escuchar a I. y cada vez es más invisible para mí. Bajo sin aliento las escaleras y sin llegar hasta el final, me despierto. Sin abrir los ojos, sé que la migraña está ahí. Es domingo, son las 7.