18.8.08

The Darjeeling Limited, by Wes Anderson


Cuando pensé por primera vez qué sentido podía tener la frase manida de los libros de educación social y cívica en los años escolares: La familia es la base de la sociedad, la práctica me había demostrado lo contrario. Nunca me pareció que mi familia podía ser la base de algo tan serio como la sociedad (en esos años todavía la sociedad es algo serio). ¿Qué sería de la sociedad entonces? No, tiene que ser un error, una errata, pensaba.
Después de conocer a unas cuantas familias más, durante estos 38 años, no he cambiado de parecer. Aunque hay un par de ellas que son excepcionales y me asombran, son insuficientes para representar a la familia-base de la sociedad. No podrían soportar ese peso ni se justificaría que asumieran una responsabilidad así.
Sin embargo, aquel descubrimiento, primero personal y luego cada vez más amplio, podría haber sido más triste de no haber encontrado un asidero en la literatura y el cine. Cuando leí a J.D. Salinger y di con la familia Glass, supe que no estaba tan sola. La sociedad, empecé a darme cuenta, está formada por esas familias-mounstro. Familias rotas, reconstruidas, separadas, desconocidas, fragmentadas...

Así de contenta también me sentí cuando vi la película de Wes Anderson, The Royal Tenembaums. Pero este fin de semana ha resultado apoteósico, justo cuando estoy más triste que nunca porque me he tenido que despedir de Ismenia, he descubierto por fin la película del mismo director, que se estrenó el año pasado: The Darjeeling Limited.
Los hermanos Francis, Peter y Jack Whitman emprenden un viaje en el tren Darjeeling Limited por la India, sin haberse visto en un año, tras la muerte de su padre, sin tener nada en común, sin más buenas intenciones que escapar de sus crisis personales y sus secretos, con suficiente desconfianza entre ellos y con un exceso de equipaje.
Al igual que los Glass, los Tenembaums y los Whitman viven en los extremos, entre la genialidad y la oscuridad. No son familias perfectas. Nos acercamos a su ingenio con ironía y a su desgracia con humor, gracias a sus creadores. Son superdotados, hipersensibles, autocríticos, escépticos, extravagantes, descarados.
La primera parte de la película, el cortometraje Hotel Chevalier, me enganchó. La película me dejó sin respirar.

Aquí están los trailers:
Mi canción preferida del soundtrack, Where Do You Go To My Lovely, de Peter Sarstedt: http://www.youtube.com/watch?v=GWdTYeMGlB4
Y un comentario muy interesante que he encontrado: http://guillermoinj.blogspot.com/2007/07/la-familia-glass.html

6.8.08

Octavia de Cádiz con el viento a favor

Hay unas cuantas supersticiones con respecto a los viajes que podemos o no compartir pero que están ahí. La primera reza que no debemos regresar al lugar donde hemos sido felices. La segunda recomienda mantener en nuestros sueños ese lugar que deseamos profundamente conocer. En ambos casos el objetivo es evitarnos una (supuesta) decepción.

En la adolescencia era un tema frecuente hablar de los lugares que queríamos conocer en el futuro y Nueva York era mi primera opción. Algunos de mis amigos ya le han dado la vuelta al mundo y yo todavía estoy en pañales. Aun así, no me quejo. He estado en NY a los 21 años, a los 28 y a los 31, y cada viaje ha sido una experiencia de felicidad diferente, así que lo de no regresar, al menos a NY, para mi no vale para nada. A la primera de cambio regreso, evidentemente, y eso que soy supersticiosa.

Uno de los viajes que traje en mis sueños de Caracas a España era ir a las playas de Cádiz. No conocer el Taj Mahal. No cruzar el puente Carlos de Praga. No comprar una lámpara en Marrakech. Cádiz es un sueño que nació contradictoriamente, a propósito de una decepcionante historia de mi vida, cuando me bautizaron Octavia de Cádiz, como la mujer de la novela de Alfredo Bryce Echenique, continuáción de La exagerada vida de... Curioso que de una catástrofe sentimental pueda salir un buen sueño, pero cierto.

Durante estos años he alimentando el sueño de hacer un recorrido por Zahara de los Atunes, Barbate, Caños de Meca, Bolonia, Tarifa... He hecho mis pinitos. Al pisar España en el 2003 lo primero que hice fue alquilar un coche para bajar a la ciudad de Cádiz y en el 2006 fui a encontrarme con R&X en Tarifa para conocer a su hija. Araya. Aunque suelo darle vueltas de reconocimiento a los objetos de mi deseo antes de lanzarme al agua, un día me lanzo y este verano fue exactamente lo que hice. Con mi amado Chapulín Colorado y con Tieta hice ese recorrido de mis sueños. En la foto, está Tieta frente a las costas africanas. El viento soplaba a nuestro favor. Cruzo los dedos por volver.