Pocas cosas son tan malas como trabajar con migraña. Ese día es interminable.
A las 6:20 de ese día interminable se acabó el trabajo pero no el martirio. Llegué a la farmacia que está más cerca de la zapatería y pedí mis pastillas. Cualquiera que tuviera 1 gramo de Ergotamina. A esa hora ya estaban en el chinatown el Chapulín Colorado y nuestros amigos de Madrid, Laura y Jaime, el cumpleañero. Me esperaban para cenar e ir a un concierto.
En la farmacia, el regente me preguntó: Why not Sumatriptan? ¡Ya empezamos! La costumbre inglesa de no decirte que no a la primera. Porque no, porque la ergotamina también es efectiva. Porque ya estoy acostumbrada. Porque hoy se me han quedado en casa las pastillas que compro en España. Please, could you help me? Nada. No recipe, no Ergotamine.
Sumatriptan es un viejo conocido de Caracas. No leí el prospecto. Tome una pastilla cuando los síntomas de la migraña comiencen. No tomar más de dos pastillas en menos de 24 horas. Me tomé las dos únicas pastillas que vienen en la caja a la vez, como en los viejos tiempos. Después de haber cruzado la barrera del dolor no hay síntomas, sólo infierno.
En esos casos lo mejor es escaparse de cualquier situación social pero se trataba de un reencuentro que había estado esperando por mucho tiempo. Conseguí desenvolverme con bastante naturalidad en la cena, con sólo una mínima parte de mi alma funcionando. Eso sí, nadie me llevó la contraria cuando decidí quedarme en la cama y perderme el concierto de Rosendo. Todos saben de sobra que yo no soy fan de Rosendo.
5.11.10
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