Déjame que te cuente limeño
Déjame que te diga la gloria
Del ensueño que evoca la memoria
Del viejo puente, del río y la alameda
Déjame que te cuente limeño
Ahora que aun perfuma el recuerdo
Ahora que aun se mece el ensueño
Del viejo puente, del río y la alameda
Déjame que te diga la gloria
Del ensueño que evoca la memoria
Del viejo puente, del río y la alameda
Déjame que te cuente limeño
Ahora que aun perfuma el recuerdo
Ahora que aun se mece el ensueño
Del viejo puente, del río y la alameda
Casi cuatro semanas después. La mudanza llega. Las cajas se conservan para la próxima mudanza. Las cosas se organizan. El nuevo tendedero no es tan difícil de abrir y cerrar como parece. La encargada del banco se apiada y abre una cuenta a mi nombre. El aparato de la calefacción se deja someter. El camino al parque es más corto cada día. Es verdad que el sol sale de vez en cuando. Te acostumbras a ver a la izquierda antes de cruzar. El panorama empieza a tener una cara común. Como una web cam o un escaner o un mp3. Todo funciona. Nos desconectamos y nos volvemos a conectar, de una computadora a otra, y siempre somos reconocidos, porque en realidad, en este caso, el sistema es el mismo.
La otra realidad es que hay un dispositivo que funciona de manera independiente, debido a la presencia de un microsistema interno. Necesita reconocer por sí mismo al sistema antes de integrarse en él. Su velocidad es un factor variable, que depende de las circunstancias. Es inteligente, pero no está diseñado para actuar por defecto de una manera racional ni tiene todas las respuestas.
En mi caso, por ejemplo, la situación actual es la siguiente. Recibo del sistema un mensaje relevante: Ha llegado la hora de empezar de cero. Al que me enfrento con esta respuesta: Empezar de cero es un concepto complejo. Ciertamente, a veces estoy a punto de ver la luz pero todavía no sé por dónde empezar.
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