Ayer era el Fashion Show que organiza Oxfam una vez al año en Londres. Un mercado de ropa de segunda mano, algunas piezas intervenidas; materiales de costura; bolsos y sombreros hechos a mano. Un taller Do It Yourself, con máquinas de coser, abalorios y retazos de tela para hacer arreglos. Y un desfile final, con mujeres de distintas tallas, edades y orígenes.
La noche antes me costó mucho dormir. Esta vez no se trataba de la preocupación por los detalles de última hora, ni por la difusión en los medios, ni por el éxito de la convocatoria, ni por los resultados. Las preocupaciones clásicas de mi mundo laboral, temporalmente suspendido. La tarea que me asignaron era sencilla, ayudar con el montaje del stand de la tienda de Chelsea y atender al público.
Al final del día, luchando con mi paragua invertido por segunda vez de camino al metro, tenía las cosas algo más claras. No pude dormir porque estaba emocionada. Recordé que también hubo momentos así de emocionantes en el trabajo que hice durante muchos años. Esos momentos en los que disfrutas de lo que haces para ganarte la vida.
Lo sé, me estoy acordando de Santa Bárbara porque truena.
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