Dhanurasana o el arco es el nombre de la postura que intentaba hacer en mi segunda clase de yoga, cuando escuché un sonido contundente desde el hombro izquierdo. Lo más parecido a un crack. Empecé a llorar del dolor y a reírme de la desesperación, al mismo tiempo, durante la media hora que faltaba para el final. Acostada y sin moverme. Mi profe se acercó y, aunque me hubiese gustado que me transfiriera un grado de la sabiduría de su disciplina para recolocarme el hombro, sólo vino para decirme que mi reacción era la mejor. Se refería a la risa, por supuesto, porque nos gusta mucho que la gente con un problema todavía tenga ganas de reírse. Después de esa noche deserté de mis clases, esperando que el dolor pasara. Después de cuatro meses el dolor sigue ahí, recordándome el intento fallido de ser un arco. Visto lo visto, no me queda otra que consultar en uno de esos sitios donde hay fisioterapeutas si lo mío tiene remedio para poder regresar a mi clase.
1 comentario:
¡Que le den a los arcos!
Qué ilustración más bonita, por cierto.
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