A Maiela, que me hizo una pregunta.
¿Un carro grande? No se me ocurriría nunca. Los carros de cuatro puertas con maletero no se hicieron para mí. Si me regalaran uno, lo vendería. Hace diez años atrás o más pensaba que era un asunto generacional, que pasaría el tiempo, pero no ha sido así. De hecho, ahora creo que los carros pequeños son un estilo de vida, una marca de carácter.
Como dicen que es bueno tener algunas manías, me he permitido darle rienda suelta a mi atracción por los carros pequeños. ¿Por qué? Dentro de un carro pequeño me siento tan cómoda como un pez en el agua, dueña de mi mundo. No se me ocurre otra cosa para explicar en que se fundamenta mi atracción.
En Caracas tuve un Volkswagen Escarabajo, verde chillón. Tenía 21 años cuando lo compré y era del 70, así que ¡teníamos la misma edad! Fue una revelación. Me convertí en ídolo de mis pequeños hermanos. Ellos y sus amigos del cole se subían orgullosos en mi nave. Los valet parking me negaban el acceso a los restaurantes del este pero a veces pasaba por millonaria excéntrica. Era muy divertido. Aprendí a cambiar el platino y el condensador. Me hice amiga de un mecánico italiano, que me sacaba de apuros. Así que el carro se convirtió en mi modus vivendi. Se lo vendí a mi amigo Antonio González en el 96, la primera vez que vine a vivir a Madrid. Fue como dejarlo en mis manos. De hecho, nunca llegamos a arreglar los papeles. Después tuve un Renault Twingo, cero kilómetros, que fui a recoger en Mérida porque en Caracas estaba agotado. Era amarillo taxi y lo vendí para pagar el máster de edición en Madrid. No puedo separar esos carros de los grandes momentos, hemos compartido una vida sentimental.
Una de las principales causas por las que la gente prefiere tener un carro grande es la familia. Excusas. ¿A quién se le puede olvidar que las familias enteras viajaban dentro de unos vehículos más que compactos en los 70 y 80? Esa época feliz en la que no existían los monovolúmenes.
A mi no me tocó viajar con toda la troupe, incluidos la abuela, el perro y la bicicleta, porque fui hija única hasta los 10 años. Sin embargo, me di el lujo de viajar a los nueve años en un Mercedes Benz 280 SL, el modelo “pagoda”, desde Caracas hacia El Dorado, ida y vuelta. Todo el pequeño asiento trasero era para mí sola. Antes de llegar a Guasipati le recogimos el techo. Ese viaje fue fundamental, en sí mismo.
Ahora sueño con el Fiat 500 que ha salido. El remake del clásico. ¿Has visto La Dolce Vita?
Pues eso, lo que importa en mi vida puede ir dentro de un carro pequeño. Si es así, ¿para qué uno grande?
¿Un carro grande? No se me ocurriría nunca. Los carros de cuatro puertas con maletero no se hicieron para mí. Si me regalaran uno, lo vendería. Hace diez años atrás o más pensaba que era un asunto generacional, que pasaría el tiempo, pero no ha sido así. De hecho, ahora creo que los carros pequeños son un estilo de vida, una marca de carácter.
Como dicen que es bueno tener algunas manías, me he permitido darle rienda suelta a mi atracción por los carros pequeños. ¿Por qué? Dentro de un carro pequeño me siento tan cómoda como un pez en el agua, dueña de mi mundo. No se me ocurre otra cosa para explicar en que se fundamenta mi atracción.
En Caracas tuve un Volkswagen Escarabajo, verde chillón. Tenía 21 años cuando lo compré y era del 70, así que ¡teníamos la misma edad! Fue una revelación. Me convertí en ídolo de mis pequeños hermanos. Ellos y sus amigos del cole se subían orgullosos en mi nave. Los valet parking me negaban el acceso a los restaurantes del este pero a veces pasaba por millonaria excéntrica. Era muy divertido. Aprendí a cambiar el platino y el condensador. Me hice amiga de un mecánico italiano, que me sacaba de apuros. Así que el carro se convirtió en mi modus vivendi. Se lo vendí a mi amigo Antonio González en el 96, la primera vez que vine a vivir a Madrid. Fue como dejarlo en mis manos. De hecho, nunca llegamos a arreglar los papeles. Después tuve un Renault Twingo, cero kilómetros, que fui a recoger en Mérida porque en Caracas estaba agotado. Era amarillo taxi y lo vendí para pagar el máster de edición en Madrid. No puedo separar esos carros de los grandes momentos, hemos compartido una vida sentimental.
Una de las principales causas por las que la gente prefiere tener un carro grande es la familia. Excusas. ¿A quién se le puede olvidar que las familias enteras viajaban dentro de unos vehículos más que compactos en los 70 y 80? Esa época feliz en la que no existían los monovolúmenes.
A mi no me tocó viajar con toda la troupe, incluidos la abuela, el perro y la bicicleta, porque fui hija única hasta los 10 años. Sin embargo, me di el lujo de viajar a los nueve años en un Mercedes Benz 280 SL, el modelo “pagoda”, desde Caracas hacia El Dorado, ida y vuelta. Todo el pequeño asiento trasero era para mí sola. Antes de llegar a Guasipati le recogimos el techo. Ese viaje fue fundamental, en sí mismo.
Ahora sueño con el Fiat 500 que ha salido. El remake del clásico. ¿Has visto La Dolce Vita?
Pues eso, lo que importa en mi vida puede ir dentro de un carro pequeño. Si es así, ¿para qué uno grande?
5 comentarios:
Me encanta, quiero uno!!!! me muero por un carro pequeñito, pero para cuando ando sola... con los niños te juro que es imposible.
El anónimo era yo, un beso. Maru Eiras.
Muertica mira http://etuve81.blogspot.com/2007/09/fiat-500.html
que casualidad...
Besos
Jejejeje....que buena respuesta...no habia pasado por aqui...andaba de vaca... ah Ok entiendo... es que me intrigo lo del carro grande...pero veo que hay una razon de fondo...
Oye no he visto ese carro...voy a cureosear a ver cual es... en mi caso simplemente los carros no me interesan, o sea, me parecen un excelente medio de transporte, sobretodo por lo comodo que es tener un carro para moverse para todos lados pero en realidad ni siquiera se como se llaman ni cuales son sus caracteristicas y si me preguntas cual es el carro del ano no tengo ni idea...ahora pensandolo bien los carros que me han gustado siempre son chiquitos, o sea... me encanta el escarabajo...sonaba con un Renault 5 cuando era chiquita y las mini como las Smart me parecen muy divertidas...pero jamas para comprarlas... de hecho soy inmensamente feliz sabiendo que el carro que manejo es de la compania y que sirve su funcion pero nada mas jajaja
Mis viejos tenían un austin mini, y viajábamos los cinco, mis padres, mis dos hermanos y yo, como una sardina pero felices...
Es cierto, Emilú, lo que importa en la vida se puede llevar en un auto pequeño...
abrazos motorizados,
M.
PD: Yo tengo un Fiat Palio.
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